La gente va hasta el Salar de Uyuni para hacerse fotos saltando. Eso es lo que me pareció a mí. Fotográficamente hablando, una extensión blanca y un cielo azul no da mucho de sí, a menos que te vaya el rollo minimal japonés, o seas un artistazo de esos sensibles. En mi caso ni lo uno ni lo otro, o sea que ya ves. No quiero decir con esto que no sea bonito, es una maravilla, pero que a mi me da que disfrutas más guardando la cámara y haciendo eso tan raro y que parece que ya no está de moda: disfrutar del paisaje.
Actualización con rectificación:
Parece que sí hay una manera de hacer fotos resultonas en el salar. Cuando llueve se montan unos reflejos la mar de curiosos. Básicamente, se trata de aprovechar la temporada de lluvias, de Noviembre a Marzo. Avisados quedan.
El mundo se ha vuelto muy complicado. Eso no es que lo diga yo, es que es evidente. Antes la gente viajaba -los que viajaban- con una silla plegable y unas acuarelas, lo normal. Ahora la cosa es bastante más dura. Yo me crié con los programas de Rodríguez de la Fuente, en gloria esté, y siempre que veo estas escenas les pongo la música aquella. Entonces sólo tienes que poner la voz adecuada y la escena cobra sentido:
El turista urtbano, agazapado entre las sombras, espera pacientemente a que llegue el momento decisivo. En ese momento, empieza una lucha feroz entre los miembros de la manada, en la que sólo el más fuerte conseguirá su objetivo. Algunos ejemplares, jóvenes e inexpertos, intentan estrategias diferentes, como levantar un Ipad por encima de la multitud. Estas maniobras están destinadas, irremediablemente, al fracaso. Observen que el citado individuo no está obteniendo más que unas lamentables imágenes movidas que luego, cuando vuelva a su guarida, serán motivo de burla por parte de sus congéneres. Los otros individuos, más avezados en este tipo de situaciones, ya han ocupado sus puestos y esperan sin ceder un milímetro. No importa el calor o el frío. Conseguir una foto es el premio máximo, y cualquier sacrificio es aceptado sin rechistar. Se han dado casos de terremotos en los que los edificios se han sostenido en pie gracias a la feroz tenaza ejercida por los turistas urbanos.
Por mi parte, tienen todo mi respeto y admiración. Eso sí, la moza del primer plano haría bien en bajar el mini-flash ese que le ha saltado a la cámara. No quiero pecar de listillo, pero me da la sensación de que no le va a servir de gran cosa.
Siento una especial fascinación por la gente que hace fotos, lo que significa que, por una evidente regla de tres, me gusta hacer fotos de la gente que hace fotos. El porqué de esta perversión lo dejo al criterio de especialistas con más conocimientos.
Lo bueno de esto es que la gente hace uso de su Derecho Constittucional a la Fotografía Indiscriminada en cualquier lugar, momentro o circunstancia. Eso le da al conjunto una cierta variedad de lo más sugerente. Ya hemos comentado a veces que hacer fotos le da un sentido a la existencia, una sensación de finalidad de la que carece en cuanto lo pensamos un poco. La gente corre a refugiarse en cuanto caen cuatro gotas, pero si se trata de hacer una foto, la cosa cambia. Así caigan chuzos de punta. Lo primero es lo primero
Sin embargo, hace poco me percaté de que no era el único. Estaba yo en Tárraco, cuando pude observar a Rafa López-Munné haciendo fotos de la gente que hacía fotos!. Rayos y truenos, pardiez. Sin embargo, consigo una foto con un bonus extra. Gente haciendo fotos de gente que hace fotos. Interesante.
Lo más grave viene luego. Por lo que sé, hubo alguien que captó mi foto haciendo fotos de Rafa haciendo fotos de la chica esta haciendo fotos. Si me pongo a pensar en las implicaciones y las posibilidades la cabeza me da vueltas. Está cercano el día en que podamos plantearnos hacernos fotos de los cogotes hasta dar la vuelta al globo terráqueo. Será la foto definitiva, circular, perfecta. Es posible que se produzca una singularidad del espacio tiempo, una ruptura de la simetría electrodébil, cualquier cosa de esas, y el universo colapse.
Tendría gracia que el fin del mundo no fuese por culpa del calentamiento global o de Rodrigo Rato. Por variar, mayormente.
ACTUALIZACIÓN:
Gracias a María Rosa Vila tenemos una pescadilla de grado 3. Esto empieza a ser inquietante
Considerando con piadosa misericordia los problemas que nos afligen a la hora de hacer una foto en lugares concurridos, he creído oportuno esbozar aquí algunos consejos de cara a establecer un protocolo en caso de conflicto. Las normas de urbanidad que conocemos (algunos) están pensadas para situaciones de la vida cotidiana: Ceder el asiento a la gente mayor, dejar pasar a las señoras, etc. Sin embargo, la súbita invasión de la fotografía en nuestra sociedad nos ha pillado huérfanos de unas mínimas normas con las que afrontar determinadas situaciones. Es sabido que las reglas de urbanidad -tan denostadas por el chachipirulismo bienpensante- no son sino mecanismos para evitar que nos despedacemos unos a otros en un frenesí de sangre y sesos desparramados. Creo prudente pues, que analicemos este cuestionario con atención.
Caso 1. El individuo fotografiante ocupa todo el ancho de la vía pero no se decide a apretar el disparador. Tal vez espera el momento decisivo, tal vez la divina inspiración
a. Esperamos pacientemente a que termine e incluso nos ofrecemos a ayudarle
b. Le damos unos segundos rezongando maldiciones y al final pasamos sin esperar y nos paramos en medio, a mala leche, para joderle la foto.
c. Le estampamos la cámara contra la pared. La cámara explota mientras nos alejamos a cámara lenta sin mirar atrás
Caso 2. El individuo fotografiado se encuentra estacionado en el lugar que nosotros deseamos fotografiar, estorbando con su sola presencia, la correcta armonía y la composición deseadas
a. Esperamos pacientemente a que termine y aguantamos sin rechistar la llegada de nuevos individuos que, a su vez, se estorban entre sí.
b. Intentamos hacer ver al sujeto mediante insinuaciones sutiles y gestos prudentes que tal vez debería apartarse y dejar de dar por culo. Finalmente, nos metemos en medio para cambiar el encuadre de nuestra foto, estorbando en el proceso al sujeto fotografiante anterior.
c. Le estampamos la cámara contra la pared. La cámara explota mientras nos alejamos a cámara lenta sin mirar atrás
Son sólo dos ejemplos, pero cubren el 90% de las situaciones cotidianaas. Veamos las puntuaciones en función de las respuestas:
Predominio de (a).
Es usted muy buena persona. Felicidades. Olvide la fotografía y dedíquese a las obras de caridad. El mundo necesita gente como usted.
Predominio de (b).
Considérese un fotógrafo del montón y no se sienta culpable por eventuales arranques de cólera perfectamente comprensibles. Evite los alimentos grasos.
Predominio de (c).
Es usted Arnold Schwarzenaegger o Chuck Norris. Un honor y un privilegio inesperados tenerlos como seguuidores de este humilde blog.
Las vacaciones son, para muchos aficionados, la oportunidad de romper con la rutina y ejercer como fotógrafo de viajes por unos días. Superando todos los obstáculos, la familia avanza como un pequeño comando bien entrenado con un objetivo claro: conseguir la foto. Una vez localizado un objetivo, El Pater Familias comanda y dirige a su tribu para conseguir el mejor punto de vista. El objetivo puede ser cualquier cosa, aquí depende de dónde ponga el listón estético el susodicho.
Hay gente que dispara a todo lo que se mueve y otros más selectivos. Lo que jode a todos por igual es la presencia de otros turistas en la foto. Ahí todos queremos ser exclusivos. No queremos extraños en nuestras fotos. Eso es difícil casi siempre, mucha más gente ha tenido la misma idea en el mismo momento, lo que produce situaciones bastante embarazosas.
Por suerte existen los emprendedores. Alguien se puso a pensar en el problema y el resultado fue un programa de software llamado Tourists Remover. El programa hace exactamente eso: quitar turistas. Es una suerte que los fotógrafos no vayan armados (una suerte para los otros turistas, se entiende). De lo contrario la ocupación hotelera caería en picado. Dejo para otro post el análisis de las capacidades paranormales de los pesados que se atraviesan en una foto y se coordinan entre sí para irse relevando, y de los poderes telepáticos de los peatones que cambian de acera y te pasan por detrás justo cuando tú quieres que pasen por delante. Cómo lo saben? Cómo lo hacen?. Eso sí que es un misterio.
Una de las soluciones más obvias para los que no quieran gente en sus fotos es irse a lugares remotos y solitarios. Ahí puedes hacer tus cosas sin que nadie te moleste. Si tienes pocos días o poco presupuesto la cosa puede ser un problema. En ese caso, te queda la opción de cambiar el punto de vista y darle un enfoque original a tus fotos. Si decides ir por ese camino, enhorabuena, ya has dado medio paso para salir del montón y vas a empezar a gozar del respeto de la plebe. Alguien que hace fotos de una montaña de estiércol en un descampado tiene que ser un artista, eso es impepinable. De todos modos, nos estamos desviando del tema inicial, de modo que tendremos que dejarlo para el siguiente post. Profundizaremos en este y otros aspectos durante la charlaque tendremos en el Espai Fotográfic el 1 de Octubre. Ahí podremos desviarnos sin problemas. Os espero!