Los domingos por la mañana la gente se distrae de muchas maneras. En Oatman no hay bingo ni se pueden bailar sardanas, de modo que este padre y su hijo se acercan a la antigua carretera 66 para ver pasar las motos. Por algún motivo, en lugar del coche se han venido en la segadora. Yo pensaba que eso sólo pasaba en las películas, pero esto es América. La comodidad es lo primero, de modo que el padre se ha traído un par de sillas. El chaval, por su parte, se ha montado un trípode con una cámara para poder fotografiar las motos conforme vayan pasando. Yo le hubiera sugerido que, ya puestos, se colocase el artilugio un poco más cerca, pero el inglés sureño no se me acaba de dar del todo bien. Tengo la mala costumbre de abrir la boca para hablar, con lo que el acento pierde bastante. Tengo que practicar más
Todo el mundo ha visto alguna vez el lamentable espectáculo de un edificio en obras. Sacos de cemento despanzurrados, basura diversa, casetas de chapa, y furgonetas piojosas. Nada que objetar si no fuera porque alguien te ha pedido que fotografies precisamente ese edificio. Y no vale hacerse el gracioso y fotografiarlo tal cual, para eso ya se apaña el cliente sólo. Otras veces será una valla, un grupo de árboles… si algo sobra en este mundo son cosas que molesten. En estos casos conviene poder elevar nuestra cámara por encima del mundanal ruido.
La foto corresponde a las obras de un nuevo Hospital y encaja de lleno en la descripción anterior. Para stos casos llevo siempre en el coche una pértiga MRotator
El invento pesa poco, cabe en el maletero y te permite elevar la cámara hasta 6 ó 7 metros, ahora no me acuerdo. A mí me ha salvado la vida unas cuantas veces. Eso sí, que no haga viento porque si no, la cosa se complica
Sólo hay un pequeño problema: tú no puedes subir arriba. Para eso existe un invento genial, el Phottix Hero
Un pequeño transmisor inalámbrico que envía la señal de vídeo de la cámara y actúa a su vez como disparador.
Tiene un alcance de unos 100 metros. Una pantallita te permite ver lo que está pasando, enfocar y disparar. Creo que hace más cosas, perono estoy muy seguro, leer las instrucciones es de cobardes.
Hay veces en que el tipo de trabajo que vamos a hacer nos hace dudar de si coger o no el trípode. Un ejemplo es el reportaje que hice para Light Reading sobre el Mobile World Congress en Barcelona. Sabes que pasarás 10 o 12 horas pateando moquetas disparando a mano alzada, y que cada gramo extra de peso va a parecer una tonelada al cabo del día Entonces pueden pasar dos cosas:
Una, que decidamos cogerlo pese a todo. en ese caso, existe un 83% de probabilidades (demostrado ante notario) de no usarlo, por lo que maldeciremos con todo nuestro corazón el maldito trasto.
Otra, que decidamos dejarlo. En ese caso la probabilidad de necesitarlo en algún momento se eleva al 99% por lo que nos maldeciremos a nosotros mismos, con la consiguiente merma en nuestra autoestima y en la calidad del producto final.
Lo ideal es un trípode ligero, estable y pequeño. Esta maravilla ya existe, lo fabrica Gitzo, y el único inconveniente es que vale un dineral. Una solución pasa por llevar un trípode de esos de aficionado (Hama, etc) que valen dos duros y son ligeros. No tienen una gran estabilidad y tampoco sistema de zapata rápida, pero si los vas a usar poco te sacan de un apuro.
El problema viene si te acompaña el cliente. Si te ve usando un trípode salchichero como el que tiene él en casa tu credibilidad, por bueno que seas, va a quedar en entredicho. (me remito again al título de este blog)
Para estos casos me fabriqué hace tiempo un híbrido cortando la rótula de un trípode barato y sustituyéndola por un espárrago Manfrotto tal como veis aqui:
En el tornillo podemos atornillar una rótula de bola Manfrotto, con lo que conseguiremos tener zapata rápida:
Para guardarlo se puede desatornillar la rótula sin ningún problema. Esto permite además usar la misma rótula que ya tenemos en el trípode «de verdad», con lo que no hay que hacer un gasto extra. El conjunto funciona bien, pesa poco y abulta menos, y lo que es más importante, consigue una apariencia muy profesional. A esto los americanos, tan dados a las iniciales lo llaman DIY (do it yourself) la chapuza de toda la vida, vamos.
Eso sí, lo reservo sólo para los casos en que creo que no voy a usarlo y siento tentaciones de salir sin nada. En este caso concreto lo usé sólo un par de veces en dos días, pero ya compensa.