Análisis difuso de un difusor
Todos hemos caído alguna vez en la tentación de comprar cosas de los chinos, de esas que son muy baratas, pero que se rompen cuando las miras. Nada que objetar, pero de vez en cuando piensas que total, son cuatro días, y que un capricho es un capricho, y que ya que nos estamos forrando con esto, tampoco hay que ser tan tacaño y un día es un día. De modo que sacas la Visa y adelante, que más se perdió en Filipinas. Estoy hablando del difusor-sombrilla-milagrosa Apollo Orb de Westcott.
La primera vez que lo abrí saltó el muelle ese que llevan los paraguas para mantenerse abiertos. La primera en la frente. Después de ingeniar una chapuza que acaba con la supuesta facilidad de uso del artefacto, lo volví a cerrar por si las moscas y volví a mis ocupaciones habituales. Rascarse las axilas es divertido, pero cansa, de modo que volví a probar el invento de marras, y esta vez se le cayó el tope que lleva la varilla, y que no sé para qué sirve. Chapuza de nuevo, y ahora ya la cosa es más grave, porque el tarugo de cinta americana utilizado impide de manera fulminante el uso del aparato con las rótulas habituales.
He estado pensando en comprar rótulas con el agujero más gordo, o en volver a BH y partirle los morros a alguien, pero no me acabo de decidir por ninguna de las dos opciones. Mi desconcierto es absoluto. Se suponía que esto es lo que te pasaba comprando un paraguas de los de 10 euros. La conclusión es que no hay conclusión, y que vivimos tiempos extraños. Hace poco leí que hacer fotos daña el cerebro. Eso no lo sé, yo el cerebro ya lo tengo dañado de serie, pero lo que seguro que sí que daña, es la cartera.
Acutalización:
Hoy le he dado otra oportunidad. Esta vez se ha descosido el velcro del difusor. Empiezo a considerar seriamente la posibilidad de una constpiración.