El fotógrafo como subespecie de oso panda
Cuando uno se ve en la tesitura de hablar del hundimiento del mercado, la crisis, y un sinfín de temas desagradables a un grupo de fotógrafos, no tiene más remedio que echar mano de las metáforas. Son tan frágiles… ! Tan cándidos e inocentes ellos, perdidos en medio del tsunami que nos ha caído encima con la revolución digital y toda la pesca. Yo no sé ustedes, pero a mi se me parte el corazón y por eso nació la parábola del fotógrafo oso panda.
Los osos panda habían vivido durante 150 años como reyes en su bosquecillo de bambú. La comida abundaba, y no había que ser especialmente listo para conseguirla. En los mejores tiempos, no había ni que moverse, la gente acudía a darles de comer y les reía las gracias.
Los pandas estaban tan seguros de sí mismos, que no pensaron en vallar su bosquecillo o ponerse tontos a la hora de admitir gente, vivían en plan hippy. Todos los animales del bosque veían lo bien que vivían los pandas, con lo que los pandas aficionados, al darse cuenta de que no hacía falta nada especial para comer bambú, también se apuntaron a la fiesta. Tras ellos vinieron animales de todo pelaje, atraídos por la pitanza fácil y sin esfuerzo. Pronto se hizo evidente que cada vez había más gente, pero el bambú continuaba creciendo como siempre, con lo que nuestros amigos siguieron comiendo y engordando como si nada. Pero con el fin de la Era Analógica, y los inicios de la Era Digital, se estaba produciendo un Cambio Climático que había ocasionado que empezase a escasear el bambú. Para colmo, la caída de un meteorito en Estados Unidos provocó una pequeña glaciación que se unió al Cambio Climático y afectó a todos los demás animales.
Al cabo de poco no fue sólo el bambú el que escaseó. Los demás animalitos del bosque también vieron que su pitanza peligraba, por lo que empezaron a meterse en el jardín de los osos a comer lo que encontraban. Llegó un momento en que aquello fue como las Ramblas en domingo, con gente de todo tipo pululando por allí a la caza de lo que fuera. Los pobres pandas no estaban acostumbrados a defender su territorio, y mucho menos a comer la birria que comían los otros, de manera que veían desesperados como cada vez la cosa iba a peor. Además, comer otras cosas implicaba meterse en el territorio de los demás, y eso les parecía que estaba feo. Hubo algún panda, más cabrón que los otros, que propuso empezar a partir piernas, pero los pandas tenían el corazón puro y rechazaron tan execrables métodos.
En los últimos tiempos se han visto pandas compitiendo por los restos de un cubo de basura con las gaviotas del puerto. Han empezado a acercarse a los humanos y ya no parecen tan entrañables. Los más tiernos fueron los primeros en caer, y los que sobreviven no están para cuentos. Son los nuevos Pandas Mutantes.