Empieza el calor en Hispania
Hacer fotos es como lo de las anacondas que salen en los documentales de la 2. De vez en cuando te pegas un atracón de muerte y luego te pasas un par de meses procesando. Y digo dos meses porque soy de natural generoso. Hay gente que tiene fotos pendientes de procesar desde hace años, a la espera de un plugin milagroso de Lightroom o de una catástrofe informática que le limpie el disco duro y la conciencia. Por mi parte, sigo con la digestión del intenso fin de semana pasado en Tarraco, y tengo todavía para rato.
Visto así, dan ganas de añorar aquellos tiempos en que salías del laboratorio con los negativos bajo el brazo y ya tenías el trabajo hecho: te podías ir directo al bar o a mirar la tele, a procrastinar a fondo sin sentirte culpable. Ahora ya no. Ahora cada foto es un parto.
«Nil sine magno vita labore dedit mortalibus.» para ponernos latinos.