Ahora sí. Ya toca cerrar la maleta que estoy por irme, pero no quería dejar pendiente la -de momento- última foto del proyecto industrial. Que llega tarde a lo del día de la mujer trabajadora, que hubiera sido un detalle, pero tampoco vamos a estar por estas minucias. Esto de los días mundiales es un poco como los prospectos de las medicinas, que están ahí porque tienen que estar, pero nadie les hace caso.
Un lector con demasiado tiempo libre me ha pedido algunas explicaciones, en concreto referentes al tratamiento del color. A falta de tiempo -y ganas- de extendernos sobre el particular, ahí van las capas correspondientes. Para general conocimiento y por si sirve de algo.
Ando liado con un nuevo viaje, que me voy en un par de días para Bolivia, un reportaje entre manos y la preparación de charlas para mayo, que de siempre ha sido mes de charlas. Entre una cosa y otra, queda poco tiempo para los retratos de estudio, pero poco a poco vamos haciendo.
Que una vez acabado me doy cuenta de lo clásico que soy.
Tenía la idea de darle un poco de profundidad y movimiento a una foto con After Effects. El resultado es como mínimo interesante, y creo que valdrá la pena investigar un poco más.
Acaba de salir publicado el retrato que hice para la portada del último libro de Jaume Barberà, presentador y periodista. La cosa, como puede verse, va de votar. De votar o no votar, dats te cuestion.
En mi último trabajo en el puerto, tuve que montar una panorámica disparando con la Hasselblad H3D. Si el helicóptero se está quietecito, no tiene mayor problema. Eso sí, la foto resultante tiene unos 17.000 pixeles de ancho. Un poco grande para el facebook, pero por lo demás tampoco supone mayor ventaja, excepto por el hecho de poder comprobar que no había nadie en la piscina. Será por el frío, digo yo.
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El día no acompañaba, una lástima. Un clásico, por otra parte.
Todos hemos caído alguna vez en la tentación de comprar cosas de los chinos, de esas que son muy baratas, pero que se rompen cuando las miras. Nada que objetar, pero de vez en cuando piensas que total, son cuatro días, y que un capricho es un capricho, y que ya que nos estamos forrando con esto, tampoco hay que ser tan tacaño y un día es un día. De modo que sacas la Visa y adelante, que más se perdió en Filipinas. Estoy hablando del difusor-sombrilla-milagrosa Apollo Orb de Westcott.
La primera vez que lo abrí saltó el muelle ese que llevan los paraguas para mantenerse abiertos. La primera en la frente. Después de ingeniar una chapuza que acaba con la supuesta facilidad de uso del artefacto, lo volví a cerrar por si las moscas y volví a mis ocupaciones habituales. Rascarse las axilas es divertido, pero cansa, de modo que volví a probar el invento de marras, y esta vez se le cayó el tope que lleva la varilla, y que no sé para qué sirve. Chapuza de nuevo, y ahora ya la cosa es más grave, porque el tarugo de cinta americana utilizado impide de manera fulminante el uso del aparato con las rótulas habituales.
He estado pensando en comprar rótulas con el agujero más gordo, o en volver a BH y partirle los morros a alguien, pero no me acabo de decidir por ninguna de las dos opciones. Mi desconcierto es absoluto. Se suponía que esto es lo que te pasaba comprando un paraguas de los de 10 euros. La conclusión es que no hay conclusión, y que vivimos tiempos extraños. Hace poco leí que hacer fotos daña el cerebro. Eso no lo sé, yo el cerebro ya lo tengo dañado de serie, pero lo que seguro que sí que daña, es la cartera.
Acutalización:
Hoy le he dado otra oportunidad. Esta vez se ha descosido el velcro del difusor. Empiezo a considerar seriamente la posibilidad de una constpiración.
Acaba de salir publicado el reportaje que hice para Descobrir Catalunya en el Puerto de Barcelona. Fue un trabajo especialmente divertido, porque a mí estas cosas industriales me gustan, y además me dio oportunidad de probar entornos diferentes.
Pese a estar en posesión de múltiples y variopintos permisos, el trabajo puso a prueba mis conocidas dotes de persuasión y mi bíblica paciencia hasta extremos un tanto fatigosos, a decir verdad.
Pues eso, que corran a su quiosco habitual antes de que se agoten!
Hacer una sesión de foto aérea en Los Angeles viene a ser lo mismo que en todas partes, o sea: el tiempo jodiendo y el equipo esperando a que la cosa escampe. Salvo ese pequeño detalle, lo demás es bastante diferente. De entrada llevamos una cámara super de wonderful con un montón de cacharros que un servidor no está autorizado a tocar. Para eso viene un experto, como tiene que ser. En mi pueblo también se usan, claro, pero para mí era la primera vez. Siempre se coge un poco de mundología con estas cosas. La otra gran diferencia, es que aquí se puede volar entre los edificios, en plan película de Godzilla, y por todas partes sin problemas. Acostumbrado a las restricciones habituales en Barcelona esto parece un patio de recreo con juguetes muy grandes y muy caros. O sea, genial.
Cosas así nos compensan de tanta zozobra y tanto desasosiego, que buena falta nos hace.