El artilugio que tienen ante ustedes es, de entrada, un encargo complicado: el objeto es un codo usado en obra civil hecho de algún material plástico llamado Polivayaasaberquéetileno, y debía fotografiarse usando el color corporativo de la empresa, azul oscuro. Aparte de estos detalles, es negro, con curvas y de un material al que cuesta encontrarle el punto y jodidamente difícil de iluminar. La luz demasiado dura destaca las imperfeccciones que se producen durante la extrusión del material, y la luz suave no resalta los detalles finos y la textura del centro. La solución fue iluminar por partes y juntarlo todo a conveniencia como ya explicamos aquí y aquí, está claro que es un método al que le tengo cariño. Lo que sí fue complicado de narices fue sujetar la pieza en cuestión, que pesa un quintal y dio mucha más guerra de la prevista inicialmente.
Para la iluminación del fondo recurrí a un invento que llevaba tiempo esperando su oportunidad. Un proyector de flash que utiliza el cajetín y la lente de un viejo proyector de diapositivas. El soporte es de un Multiblitz que ya pasó a mejor vida, y la potencia la pone un flash Nikon que ya era veterano en la tercera glaciación. Hubiera sido posible montar el fondo con Photoshop, pero no es lo mismo, y además està el tema de los reflejos en la base. Y que si montas un invento es para usarlo, y no es cuestión ir desaproverchando oportunidades.
A veces me da por ponerme trascendental. En el curso de posgrado que estuve dando en La Salle hablamos mucho sobre retrato, claro, pero especialmente sobre el tema de la historia, el mensaje, el contenido, la sensación, díganle como quieran. Un retrato debe tener varias lecturas, sugerir cosas, transmitir algo. Pues bien, el que no debo trnasmitir soy yo, porque todas las preguntas eran referidas a esquemas de iluminación. La luz está al servicio del mensaje, bla bla bla. Ahí va el esquema por si alguien lo encuentra útil
Dos cabezas con geles de colores por detrás de la modelo para ayudar al ambiente industrial, dos stripboxes con panal de abeja para crear la luz de recorte, un beauty dish como luz principal, también con panal de abeja para endurecer las sombras y un octa gigante por detrás de la cámara para rellenar un poco. La cámara, una Hasselblad H3D. ISO 100 f: 11.
Son múltiples las desgracias que afligen al fotógrafo cuando se ve en la tesitura de trabajar en oficinas y demás espacios laborales. Otro día mencionaremos los presupuestos de risa, las peticiones surrealistas o la coña del Photoshopde las narices. Hoy nos centraremos en un siniestro personajillo que puebla de manera uniforme TODAS las oficina de nuestra celtibérica geografía: el Gracioso.
El Gracioso se considera heredero directo de aquellos programas de chistes de paletos de los 80, de las imitaciones de José Luís Moreno y de las cintas de casete de Pajares y Esteso, que te partías el ojete de la risa. De manera que coges la cámara, te sitúas frente a la recepcionista y le pides que finja hacer algo y ponga cara de interés. El sujeto aparece por allí, sin que nadie lo haya llamado, y le suelta aquello de «Venga Maripili, de aquí a Jolibu». Yo, cada vez que lo oigo es que me desorino. El pájaro dirige una mirada de complicidad a la concurrencia y se queda por allí rondando, a la espera de otra oportunidad. Ésta llega cuando encañonas a un ser de apariencia vagamente humanoide y le pides que haga algo con su cutre-ordenador Windows lleno de peluches y pegatinas grasientas. No es un actor del método, más bien parece un gusano nemátodo intentando resolver un sudoku, pero intentas mantener la calma hasta que oyes al Gracioso: «Cuidao que este rompe la cámara». Ahora ríe como una hiena, animando al resto de palmeros a hacer de esto una fiesta. Con el siguiente especimen suelta otra gracia tremendamente ingeniosa, jamás oída antes: «Julián , dile que te coja tu perfil bueno». Aquí ya se descojona vivo, feliz como una sanguijuela en el cásting de Holocausto Caníbal. Sigues trabajando, lamentando que la ley sea tan estricta con los casos de homicidio con ensañamiento, cuando le toca el turno a la presunta jamona de la oficina. Si, amigos, en cada oficina hay una sex symbol oficial, poco importa que irradie menos erotismo que una sala de autopsias low cost. La señora en cuestión te lanza aquello de «Luego me arreglas con el Photoshop», cuando lo que haría falta sería agua de Lourdes, pero se lo perdonas porque ya casi has acabado. Aquí el Gracioso ya echa el resto de su repertorio de tópicos y suelta aquello de «Manoli, dile que te paguen derechos de imagen». Encajas el golpe de nuevo, intentando mantener la calma, y les pides muy amablemente si no tendrían algo para beber. Líquido de embalsamar o matarratas, cualquier cosa te va bien. Eres una persona de gustos sencillos. Lo único que quieres es salir corriendo, notas un sudor frío y una vena palpitando en la sien de manera alarmante. Consigues acabar el trabajo sin matar a nadie ni haber sufrido un colapso nervioso. Ya te puedes considerar un profesional.
Acaba de salir publicado el reportaje que hice para Descobrir Catalunya en el Puerto de Barcelona. Fue un trabajo especialmente divertido, porque a mí estas cosas industriales me gustan, y además me dio oportunidad de probar entornos diferentes.
Pese a estar en posesión de múltiples y variopintos permisos, el trabajo puso a prueba mis conocidas dotes de persuasión y mi bíblica paciencia hasta extremos un tanto fatigosos, a decir verdad.
Pues eso, que corran a su quiosco habitual antes de que se agoten!
Poco o mucho, se sigue construyendo, se sigue instalando aire acondicionado y se sigue fotografiando la cosa en conjunto. En estos casos viene muy bien el 24 mm descentrable del que ya hablamos alguna vez y al que soy tan aficionado. El desplazamiento del objetivo unido a los personajillos del fondo nos da una idea de las dimensiones de la obra. Quedan pendientes otros problemas, tampoco iba a ser tán fácil. Los edificios en construcción no están iluminados, y la diferencia de luz con el exterior soleado es enorme. Toca usar el HDR, lo que convierte las tres fotos de la panorámica en nueve o doce, según. Más complicaciones. La vida está llena de ellas. Y que duren. Para eso estamos. Nos gusta sentirnos útiles
La mayor complicación del HDR es colarlo sin que se note. Se usa mucho y muy mal, y se suele pasar por alto que el hecho de que exista no es motivo suficiente para que debas usarlo. Otro día nos metemos con eso.
Tal como anuncié hace unos días, ya ha salido el libro del proyecto 125 de Bosch. La idea es dar una visión de la vida de la empresa alrededor del mundo, en un momento exacto. Concretamente el 20 de mayo de 2010 a las 11.00.00 hora GMT. Ese día y a esa hora se hicieron las 125 fotos del libro. Cada fotógrafo tenía que reflejar un tema en su foto. Conocedores demi historial, a mí me asignaron el tema «igualdad de oportunidades»
Motive 37. Left to right: Roberto Rodrguez, Helga Uebbing, Sven Schalla, Angel Plaza, Antonio Velasco and Ferran Aibar
La foto ilustra una de las muchas reuniones que tiene la gente que trabaja. Un espectáculo que me sigue maravillando día tras día y del que nunca me canso. Para este tipo de fotos, lo más importante es la credibilidad, complicada cosa tratándose de modelos que no están acostumbrados a las cámaras. El sistema es más sencillo de lo que parece. Nada de pasar desapercibido, nada de disimular. Hacerse notar, ir a lo tuyo y disparar fotos sin parar, haga o no haga falta. Eso sí, hay que empezar a incordiar media hora antes de la foto buena. Para cuando llega el momento están más que hartos de tí y nadie te hace caso aunque hagas el pino. Imprescindible llevar muchas tarjetas de memoria. Lo de iluminar sin que se note merece capítulo aparte. Nadie construye las fábricas pensando en nosotros.
Cuando alguien me pregunta a qué me dedico yo le contesto: » hago fotos «, Sin complejos, siempre con la verdad por delante. Entonces suelen pasar dos cosas. Una, que el individuo en cuestión vuelve a la carga e insiste: «pero, eres fotógrafo profesional? «. La tentación es contestar que no, que soy un asesino en serie y que lo de las fotos es por disimular, pero normalmente me contengo y confieso que sí, que soy profesional.
Entonces viene la segunda parte. La profesión de fotógrafo es muy variada, y el interrogador quiere saber más cosas, de modo que insiste: » y qué tipo de fotos haces? «. Aquí llegamos a la parte difícil. La gente tiene una idea totalmente peregrina del asunto, de modo que espera de tí anécdotas divertidas, aventuras exóticas, y un montón de cosas más que hagan más llevadera la cena de padres de la escuela. Si quieres cortar de raíz la conversación no tienes más que decir que eres fotógrafo industrial.
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La palabra en sí recuerda la bollería industrial, la reconversión industrial, y un sinfín de cosas cutres e indignas sin el más mínimo interés. El interlocutor asentirá cortésmente y pasará a hablar de sus cosas sin mayores problemas. En el imaginario colectivo un fotógrafo como dios manda ha de ser, (no necesariamente por este orden):
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Fotógrafo de Playboy. El summum total y absoluto. Imbatible. Lo más.
Fotógrafo de Moda y Publicidad. Parecido al anterior. Glamour, dinero, chicas a porrillo, etc.
Fotógrafo especialista en coches. O en yates, o en bebidas con gas, o en supositorios. Una variante del anterior. El título de especialista vende mucho.
Fotógrafo de National Geographic. Una vida de apasionantes aventuras en países exóticos.
Fotógrafo de guerra. Aventuras también, pero peor pagadas. Peligroso. No mola tanto.
Fotógrafo de reportajes. Viajes gratis, vacaciones todo el año y trabajo fácil. Mi sobrina hace también unas fotos estupendas cuando vamos de vacaciones.
Fotógrafo de prensa. Son unos señores que se amontonan de cien en cien delante de un político o un futbolista para hacer todos la misma foto. Desconcertante. Corre el rumor de que cobran poco.
Fotógrafo de bodas. Aquí ya nos atrevemos todos. sólo hay que montar una tienda y a correr.
Fotógrafo forense. Al menos la gente no sale movida. A veces lo he dicho, pero te miran raro.
Fotógrafo ambulante por plazas y pueblos. Una especie en extinción extinta hace tiempo. Algo así como los saltimbanquis los serenos.
Fotógrafo industrial. El pito del sereno en cuestión. Alguien que hace de todo no puede ser de fiar.
Esta es la visión del pueblo llano, insisto. La realidad, como les gusta decir a los pedantes, es poliédrica, y a la hora de la verdad cada cual se espabila como puede. Aunque sigue habiendo gente muy respetable que son especialistas en arquitectura, o en repostería, hoy día un fotógrafo del montón ha de hacer cualquier cosa que se le ponga por delante, aunque sean fotos para el Playboy.
Todo el mundo ha oído esta frase en más de una ocasión. Primer consejo: mantened la calma. No matéis todavía a nadie. Puede pasar incluso que la frase halague vuestra vanidad, pero no hay que caer en la trampa. La gente piensa que Photoshop es una especie de varita de Harry Potter que lo arregla todo. Así, sin esfuerzo. Y es cierto, es una herramienta formidable, pero vamos a poner las cosas en su sitio. Lo que pretenden en el fondo es escaquearse pasándole el muerto a otro. Primera lección básica de Photoshop: Si hay que barrer, se barre, porque donde esté una buena escoba analógica de las de toda la vida, que se quite lo demás.
El señor de la foto tuvo que barrer un poco y pasar el trapo a grosso modo, pero los cinco minutos invertidos valieron la pena. Y además a la vista está que tampoco se lo tomó a mal. Bastante complicada es ya la vida.