Cómo saber hasta dónde debes humillarte
Esta es la gran incógnita que debe resolver todo fotógrafo. No es una cuestión menor, porque de dónde pongas el listón va a depender tu cotización en el mercado y por tanto, tu posición en la cadena alimenticia. No hay consejos mágicos para esto. La única regla es cobrar tan caro como puedas por tus servicios, que ya se encargará el mercado de ponerte en tu sitio. Esta regla es universal, y la aplica todo el mundo sin excepción, desde Emilio Botín a las prostitutas de rotonda. Alguien podrá objetar que a ciertos personajes (llámense Botín, Alierta, o Soprano) el mercado les trae al fresco porque se rigen por otras reglas. Cierto, por eso nos vamos a limitar a nuestro pequeño y modesto mundo de humildes fotógrafos.

Nos han comido el coco con lo de la autoestima, y para ciertas cosas la dignidad conviene dejarla en casa. Por eso cuando el cliente te dice que ha usado tu presupuesto para su higiene íntima y que lo que hay es lo que hay, te quedas un poco sin saber qué cara poner. Es evidente que quieres aceptar el trabajo, y también es evidente que el cliente no te va a pagar más, de modo que tienes varias opciones, todas malas:
- Arrastrarte de manera inmunda y aceptar sin rechistar. Ten por seguro que vas a tener problemas sin cuento, y que el próximo trabajo lo vas a hacer por la mitad de éste.
- Improvisar una excusa rocambolesca que justifique que aceptes hacer el trabajo por la cuarta parte de lo que pedías, que ya era justito. Nadie se lo va a creer, pero tu cliente pasará un buen rato contigo, y eso siempre se agradece. En el próximo trabajo se aplica lo mismo que en el punto anterior
- Decirle que por ese precio no le puedes hacer el trabajo. Si le interesas en serio te considerará un profesional, ganarás su estima y admiración, en adelante vuestra relación será larga y fructífera y pagará gustoso y satisfecho lo que le pidas. A veces alguiien se descuelga con una historia de este tipo. No los creais. Eso le ha sucedido en sueños, pero a cierta edad la frontera entre el sueño y la realidad se vuelve confusa. Volviendo al mundo real, pederás un cliente, pero que ya estaba maleado. Que se lo quede otro. El tiempo que te va a dejar libre lo puedes dedicar a buscar otro cliente, o a escribir un blog o a cortarte las uñas de los pies.
Reconozco que he aplicado el método 3 en algunas ocasiones. Hace poco me llamaron de una revista mexicana para encargarme unos retratos. La tarifa era de chiste. Consciente de que el nivel de vida es diferente (aunque no tanto) escribí un correo de la manera más cortés y educada posible proponiendo un acuerdo de aquellos de «ni pa ti ni pa mi» . Ni siquiera recibí respuesta. Esta es la prueba infalible de que has hecho bien. Trabajar con gente zafia y sin educación siempre es desagradable, y es seguro que te van a crear problemas. Además, las cantidades son tan irrisorias que te sale barato el arrebato de orgullo. Más te gastarías en el psicoanalista, y ni siquiera está demostrado que funcione