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Siqui Sánchez Fotografia

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Copyright © Siqui Sánchez 2021.

Tag Archives: fotografo

encargos, reflexiones existenciales |

24 septiembre, 2019

| siqui

Una proposición indecente

Aviso spoiler: los fotógrafos profesionales ya sabéis cómo acaba. Avisados estáis.

Me hallaba hace unos días fotografiando una infraestructura de esas que cuestan una millonada, cuando se me acercó un individuo que pululaba por allí con unción de propietario. Informóme el citado individuo que pertenecía a la compañía que había realizado la cosa. Una compañía de esas que salen en la prensa y que cotiza en bolsa y factura cientos de millones y tal. Mejor dicho: la compañía le pertenecía a él. Era el presidente, the fucking boss, y no, no era mi cliente. En la cadena alimentaria global el citado señor se hallaba cómodamente sentado en la cúspide mientras la empresa que me había contratado peleaba por la supervivencia diaria bastantes escalones por debajo.

Tras explicarme muy por encima su agitada agenda, con proyectos por todo el mundo y sus problemas de artritis en los nudillos de tanto contar billetes, pasó al meollo del asunto. Le pedían a menudo un retrato para esas cosas de la prensa, y resulta ser que no tenía ninguna que sirviera a tales propósitos. Qué cosas. Debía ser cosa de la agenda apretada de los poderosos, porque fondos para financiar una sesión de fotos supongo que los tenía.

El caso es que un retrato allí resultaba ideal, mucho mejor que en el despacho, donde va a parar. Me sugirió incluso un par de localizaciones que quedarían perfectas. Tras constatar que del espinoso asunto monetario ni se hablaba ni se pensaba hablar, le prometí que le haría un par de fotos en plan casual, cuando no mirase, que siempre queda más auténtico. Si quería las fotos no tenía más que dirigirse al departamento de comunicación de la empresa que me había contratado.

Pareció un tanto decepcionado, pero me dio su tarjeta de todos modos, por si tenía un momento y le quería enviar las fotos sin pasar por tan enojosos trámites. Un pedazo de tarjeta, todo hay que decirlo, con papel del bueno. Supongo que se encontró un día a un impresor en la cola del súper y le pidió que se las hiciera por la patilla. Porque así es como hacen su fortuna los millonarios, y no regalando el dinero por cosas que se pueden obtener gratis. Como las fotos.

Imagen: Shutterstock

fotografo, fotos, infraestructura, porposicion, profesional, sesión | Comment
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20 septiembre, 2016

| siqui

Un fotógrafo se sentó en una silla a meditar sobre la existencia

fotografo,montañas

Cuando viene un amigo a casa, los niños lo plantan delante del abuelo y, como quien conecta un viejo gramófono que aún funciona, le piden que les hable de los Tiempos Remotos. El vejestorio no se hace de rogar, y empieza con el rollo de que era fotógrafo y se ganaba la vida haciendo fotos. Aquí los njños tienen que explicar que las fotos eran unas cosas parecidas al video, pero sin movimiento, sin interacción 360 grados, sin sonido cuadrafónico envolvente mega-surround, sin resolución 74K, sin banners ni pop ups de colores. Una cosa incomprensible, como puede verse, pero lo que más les divierte es que el abuelo insista en que la pagaban por eso. Hasta ahí llega el nivel de exotismo del personaje, lo que viene luego son anécdotas inconexas y, por lo respecta a ellos, perfectamente inverosímiles. Los jovenzuelos creen firmemente que el mundo empezó antesdeayer, justo el día de su nacimiento. Todo lo anterior no existe, no les afecta, y en cualquier caso, no les interesa demasiado, salvo para pasar un poco el rato. Un rato corto; al poco tiempo, pierden el interés. Su nivel de atención roza los 4,2 segundos y bajando, por lo que enseguida atrae su atención un nuevo video de peleas de gatitos modificados genéticamente, que se despanzurran con gran despliegue de vísceras y sangre.

El Fotógrafo jubilado no nota que su público ha desconectado. Su propia capacidad de atención es también precaria, de modo que emite un suspiro y se sienta en una silla a meditar sobre la existencia.

Imagen: Arthur Bloomfield Dawson Nova Scotia Archives

fotografo, jubilado, meditacion | 1 Comment
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18 marzo, 2016

| siqui

Nada personal

SALA-ESPERA

 

El otro día recibí el correo fatídico. Mi cliente favorito -a estas alturas todos lo son-  comunicaba a todos sus colaboradores un cambio de sillas general. Una absorción, o una fusión, algo muy estratégico. De modo que alguien con muchos másters había diseñado una reestructuración integral para objetivizar paradigmas de valor añadido y sinergizar iniciativas de visión periférica, cosas incomprensibles todas para un humilde fotógrafo sin estudios.  Tras la palabrería corporativa venía lo realmente grave. La persona responsable del departamento de comunicación, el que levanta el teléfono y te llama, cambiaba de puesto. Agradecimientos varios, nos seguiremos viendo, fue genial muchachos, gracias a todos, blablabla.

Cagada total.

Cuando a la persona que te contrata la atropella un autobús, o lo que es peor, la cambian de sitio, tú ya sabes que vas a ir con todo el resto de proveedores a la papelera de reciclaje.  No importa lo bueno que haya sido tu trabajo, el que viene a sustituirlo viene con su paquete propio de amigos y conocidos, su fotógrafo de confianza o simplemente no quiere saber nada de lo que hiciera su predecesor.  Por eso nos joden tanto las fusiones y absorciones, las reestructuraciones, las OPAS hostiles.

Dispuesto a salvar lo que se pudiera del naufragio, me había desplazado a las oficinas de la empresa con el vano objeto de presentar mis respetos al nuevo responsable de marketing, por aquello de la flauta y la casualidad. No hace falta decir que mis esperanzas eran pocas, y mi ánimo, taciturno. Estaba a punto de decir adiós a un cliente muy importante. Todo el mundo sabe que en tiempos de tribulación es mejor no hacer mudanza, pero esta gente parecía no haber leído a Ignacio de Loyola. Mucho hereje, eso es lo que hay.

El nuevo depositario de las esencias corporativas no se hallaba presente, de modo que, con la confianza que da el sentirse de la casa, pasé al despacho y me puse a esperar pensando que tal vez fuera la última vez que miraba por esa ventana. En estas nostálgicas reflexiones estaba cuando entró por la puerta un sujeto que me causó repulsión de manera instantánea. Presentose como responsable de algo de optimización de recursos, una mierda de esas de echar gente para ahorrar dinero, pero dicho en inglés y con otras palabras, no presté demasiada atención.

Empezó a largar el rollo ese de la eficacia, y las redes dinámicas y la sinergia y el sursum corda.  Yo esperaba una pausa para poder decirle que se equivocaba, que yo no era quien pensaba, pero conforme pasaba el rato se me hacía más violento y de repente me soltó aquella frase que dicen ellos:

-Justifica tu trabajo en un minuto.

Lo miré un momento dudando sobre qué respuesta darle, pero debió interpretar mal mis dudas. Esta gente se excita cuando huelen sangre, de modo que decidió presionar un poco más

– Dime porqué no debería despedirte. -Se quedó mirándome con una sonrisa que ni siquiera intentaba disimular lo falsa que era.

– Tenemos una misión -contesté.

– Una misión?

– Tenemos que pegarle fuego a todo el puto edificio.

Lo miré fijamente. El tipo seguía sonriendo, pero había perdido parte de su aplomo, era evidente.

-Tú también tienes la marca de los elegidos. -Le cogí la mano y señalé unos lunares que tenía así a voleo -A tí puedo contártelo.

Retiró la mano como si temiera contagiarse de algo. Me acerqué a él, que retrocedió hasta la pared, y le clavé los ojos.

– A veces oigo voces. Las voces me dicen que queme cosas.

Aquí el tipo ya perdió del todo la compostura y salió corriendo. Me quedé un rato más, hasta que apareció el nuevo titular del despacho. Un niñato imberbe con más ínfulas que educación. Farfulló alguna excusa por la tardanza y me dijo que me daba cinco minutos.

Yo le daba menos a él, pero me abstuve de decirle nada. Dije las cuatro tonterías de rigor y me despedí educadamente después de dejarle mi tarjeta, las cosas se hacen bien o no se hacen.

A los dos días volvió a llamarme mi cliente de siempre, contento como unas castañuelas porque lo habían restituido en su cargo de manera inesperada y asombrosa. No le pregunté qué había sido del niñato.  Como dijo aquél, no es nada personal, sólo negocios.

Artículo publicado en Quesabesde

 

cambios, empresa, fotografo, fusiones, quesabesde | 3 Comments
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7 marzo, 2016

| siqui

El fotógrafo laxante

lavabo-wc-toilet

Mi cuñado trabaja en una inmobiliaria, y hace tiempo consiguió el dudoso honor de quedar al cargo de hacer las fotos de los pisos, lo que según él nos convertía en colegas de profesión.

Ayer teníamos comida familiar, y nada más llegar me empezó a largar el discurso de la modernez y los nuevos tiempos, soltando de manera aleatoria frases que debe sacar del facebook de algún perturbado.

– La cámara es un paradigma superado. Si no estás en Twitter no existes. El futuro es la usabilidad.

Eso me decía y me miraba fijamente esperando que le dijera que sí, que el futuro era la usabilidad. Y yo, cobardemente, hacía que sí con la cabeza, como los perros aquellos que había en los coches, disponiéndome a aguantar estoicamente toda la retahila de sandeces, mirando el reloj con ansia mal disimulada. Nunca he encontrado una manera elegante de decirle que las sórdidas imágenes con que nos aflige desde su infecta web vendepisos no son sino atentados a la más elemental norma estética, al mínimo criterio y al más elemental sentido común. No por nada, sino porque mi cuñado es muy susceptible, y enseguida te ves envuelto en una trifulca que no deseas.

Luego le tocó el turno a mi cámara, según él, un ladrillo obsoleto que ya debería haber sustituido por… ¿adivinan qué?. Exacto, por el último modelo de telefonillo que, casualmente él acababa de adquirir, y que, según una comparativa recién publicada no sé donde le daba mil vueltas a las réflex de toda la vida.

Hasta ahí lo podía soportar sin problemas. No soy de esos que hacen un caso de honor defender una u otra marca, y si le apetecía calumniar a mi cámara, pues por mí encantado y peor para el señor Canon. Pero aún quedaba mucho partido por delante, y la cosa no podía sino empeorar. Se me debió notar la cara de escepticismo, es un defecto que tengo, de modo que se obstinó en enseñarme las fotos que había hecho el día anterior con el nuevo aparato. Un piso recién desahuciado que necesitaba algunas reformas, pero que era una verdadera ganga. Esas fueron sus palabras. Me plantó el móvil en la cara y empezó a pasar fotos con gran profusión de gestos mientras me interpelaba constantemente para que diera mi aprobación.

-Y esta, ¿qué te parece esta? Mira, mira, qué calidad. Y en automático. Eso no lo haces con tu cámara ni de coña.

En la pantalla se sucedían siniestras habitaciones iluminadas de mala manera por un fogonazo de flash a todas luces insuficiente, que no hacía sino volver más deprimente la escena. En algunas de las imágenes podían verse objetos de diversa índole, un cojín, unos libros, unas piezas de Lego, como si los habitantes de la casa hubieran tenido que salir huyendo a toda prisa de un apocalipsis zombi. No sé si lo he comentado antes, pero mi cuñado tiene varias costumbres irritantes, entre ellas la de acercarse mucho a tu cara cuando habla. A medida que se animaba pequeños proyectiles salían disparados al azar. Debía ser consciente de ello, porque de vez en cuando le pasaba la manga al telefonillo para limpiarlo, pero aparte de eso la cosa no parecía afectarle mayormente.

Fue entonces cuando sucedió. Otra vez. Tuve que salir corriendo dejando a mi cuñado plantado en medio del comedor con su telefonillo sin poder evitarlo. Mientras cerraba la puerta con el pestillo lo oi como se quejaba:

– Este tío es la hostia. ¿Es que siempre le tienen que venir las ganas de cagar cuando viene a mi casa?

Según el médico sufro de desórdenes gastrointestinales provocados por algún elemento irritante, y en realidad no va desencaminado. Yo lo llamo el síndrome del fotógrafo laxante.

Artículo publicado en Quesabesde

 

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16 febrero, 2016

| siqui

Hacienda somos varios

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Los autónomos pertenecemos  a una tipología de animal asustadizo. Un híbrido entre una hiena sin sentido del humor y un topo con inquietudes existenciales. La vida del emprendedor es un continuo sobresalto, y acabas desarrollando lo que sería estrés postraumático, pero sin el pos. O sea, que cada vez que el cartero me trae un certificado me pongo a temblar. Normalmente son notificaciones, sanciones, recargos, tributos, coacciones diversas.  La vida del fotógrafo autónomo ya es bastante complicada como para irse acordando de las declaraciones trimestrales del IVA y demás mordidas, de modo que mi relación con la Agencia Tributaria está trufada de estas mezquindades, de rencores innobles.   Que si te has olvidado de entregar la declaración, que si me la has traído tarde, que si te has equivocado con las casillas del estimado y el devengo. En esta ocasión se trataba de una discrepancia menor sobre los gastos deducibles, nada importante. Eso sí, en un tono de amenaza cortés que haría las delicias de Tony Soprano, me conminaban al pago de cierta cantidad en un plazo breve de tiempo si no me quería ver sometido a vejaciones y tribulaciones que no vienen a cuento. Tenía derecho a presentar alegaciones, blablabla, etcétera, etcétera, atentamente, que te den.

Si quieres ejercer como fotógrafo debes aprender a aceptar sin rechistar los dardos penetrantes que te lanza la cruel fortuna, pero incluso los más pusilánimes tenemos un momento heroico en que decidimos oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia. (1) Más vale morir de pie, me dije. Cogiendo aire, entré en el siniestro cuchitril de Hacienda, cogí el papelito de mi turno y me dispuse a esperar.

Pasé mi tiempo observando al resto de infelices que por allí corrían como los condenados del cuadro del Bosco, y preparando mentalmente un alegato feroz y corrosivo. De sobras sabía que no había de servir de nada, pero me consolaba pensar que, al menos, vendería cara mi derrota haciéndole pasar un mal rato al funcionario de turno, humillándolo con la dignidad de los derrotados, haciéndole saber que prefería morir de pie que vivir de rodillas.

En estos pensamientos andaba cuando me tocó el turno. Me dirigí a la mesa asignada a las cosas del IVA con paso firme, me senté, y me quedé en blanco.

No sé si les ha pasado, pero uno es sensible a la belleza en estado puro. En este caso era un regalo de los dioses. Un prodigio de la evolución, que me miraba con unos ojos que brillaban con la inocencia de la juventud y sonreía al tiempo que se interesaba por mi caso.
-Así que es usted fotógrafo. ¡Qué interesante! Me encaaaanta la fotografía.
-Ah si? -fue todo cuanto acerté a decir.
-Siii. Tengo una Nikon D300, y estoy aprendiendo, pero mi novio siempre dice que hago unas fotos muy buenas. -me dirigió una mirada de arrobada admiración esperando algún comentario.

Por algún motivo absurdo me molestó la mención al novio. Siguió hablando un rato más pero soy incapaz de recordar nada. Solo sé que mi protesta había quedado olvidada hacía rato, y que, por algún motivo, me estaba explicando que se casaba al cabo de seis meses, y que le haría taaaan feliz si yo pudiera hacer las fotos en su boda.
Acepté, naturalmente, e incluso nos pusimos de acuerdo en el precio sin problemas. Nos dimos la mano para sellar el acuerdo, y con su inefable inocencia celestial dijo aquello de:

-Sin IVA, claro.

No fui capaz de responder. Tal vez se tratara de una broma especialmente cruel. De una cámara oculta. Intenté pensar, pero mi cerebro había entrado en un bucle del que no ha salido todavía, y la boda es el mes que viene.
Acaba de llamar el cartero.

Artículo publicado en Quesabesde
(1) Hamlet (W. Shakespeare)

Fuente de la imagen:  Nasjonalbiblioteket / National Library of Norway

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14 enero, 2016

| siqui

El fotógrafo absorto

fotografo-playa-historico

Cuando entré en el edificio la cosa ya me dio mala espina. Sin apenas esfuerzo, pude localizar diversos olores, ninguno aceptable, mientras subía hasta el tercer piso. A pesar de cargar con todo el equipo, nunca uso el ascensor por motivos que deberían ser evidentes par todo el mundo.
Me abrió la puerta un vejestorio decrépito que vestía un jersey de rombos de esos que ahora vuelven a estar de moda. Su apariencia, sin embargo, delataba un nulo interés del venerable anciano por su imagen, junto con un cierto abandono de eso que hemos dado en llamar higiene personal. Su cara recordaba la de un pescado que llevara muerto varios días, con leves vetas azuladas y manchas de color pardo. Se acercó a mi y empezó a mover la boca como las carpas de un estanque cuando les tiras un trozo de pan. Me llegó un olor a leche agria agravado por problemas de próstata e incontinencia y noté como se me bloqueaba la válvula pilórica. Afortunadamente, mi cliente se dio la vuelta con una agilidad insospechada y enfiló por el pasillo. Visto desde atrás me recordaba algún tipo de anfibio prehistórico, pero de repente estábamos sentados y el individuo me hablaba directamente, y constaté que no me había enterado de nada de lo que había estado diciendo hasta ese momento. Decidí tantear el terreno a ver si me ponía al día.
– De modo que una foto de su nieto, no? Las podemos hacer aquí o en el parque de abajo.
– ¿Qué? ¿Qué parque? -El viejo me miraba como si me hubiera vuelto loco. A lo mejor llamar parque al descampado poblado de yonquis de abajo no había sido una buena idea. Tenía que reconducir la situación, así que empecé a sacar cámaras y objetivos y los puse en fila encima de la mesa. Eso siempre impresiona.
– Podemos usar la luz de esa ventana para crear un poco de atmósfera. Y el fondo este irá muy bien.
La cara del venerable despojo era totalmente inexpresiva, pero me pareció detectar un brillo de odio en sus ojillos feroces. En ese momento, entró en la sala un crío de unos seis o siete años, una versión en pequeño del anciano. Lucía chorretones de algo que debía ser ColaCao, y de la nariz le salía un pequeño globito que se hinchaba y se deshinchaba con cada respiración del pequeño monstruo. Tan fascinado estaba con este nuevo fenómeno de feria, que no me había dado cuenta de que el miserable gusano había puesto sus manos pegajosas en el 70-200 y lo estaba levantando de manera harto peligrosa. Decidí negociar antes de que fuera demasiado tarde.
– Dame eso, anda, que te vas a hacer daño.
– Te vas a la mierda! Te vas a la mierda!
Empezó a correr por toda la sala mientras profería insultos como un loco. Miré al abuelo, que asistía a la escena impasible. Por un momento temí que hubiera muerto, pero mientras observaba al anciano en busca de señales de vida, el pequeño criminal había puesto sus zarpas en la cámara y tocaba botones como un poseído.
Le cogí las manos e intenté quitarle la cámara, pero el pérfido pigmeo empezó a lanzar patadas y escupitajos mientras me insultaba a mí y a mis venerables ancestros con un furor insospechado en un ser de tan reducido tamaño. En una de estas, acertó a darle a la mesa y un flash Canon cayó al suelo con estrépito de plásticos rotos.
Antes de poder pensar siquiera en lo que hacía, le solté un par de guantazos al mocoso, que se calló al instante. Supongo que sería la sorpresa, porque un segundo después berreaba a un volumen inconcebible. La cara se le había puesto de color violeta oscuro, y lagrimones gordos como puños le corrían por las mejillas arrastrando chorretones de mugre. Temiendo lo peor, miré al abuelo dispuesto a defender mi inocencia, pero el viejo fósil reía con gran satisfacción y  con gestos me animaba a que le hiciera una foto al crío.

Apunté la cámara sin dudarlo y le disparé una ráfaga entera a bocajarro. Observé satisfecho que al pequeño canalla no le había hecho ninguna gracia y redoblaba sus gritos y pataleos. Ahora había empezado a echar espuma por la boca y parecía al borde de un ataque de epilepsia, pero un breve vistazo me bastó para constatar que el viejo se lo estaba pasando en grande, de modo que monté el macro y seguí haciendo fotos. Así nació mi serie Niños con mocos, que tanto éxito ha tenido.
Cuando me despedí, el carcamal se empeñó en darme la mano, blanda y viscosa. Me dijo algo, recuerdo su boca moviéndose, pero no recuerdo el qué. Tampoco creo que fuera nada importante.

Artículo publicado en Quesabesde

Fuente: Nationaal Archief

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quejas y lamentos |

24 abril, 2015

| siqui

Vayan pasando que al fondo hay sitio. Faltaba el pulpo.

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Que hoy día cualquiera puede hacer fotos ya lo sabíamos y es un tema asumido. Pero, ¿hacía falta realmente esta humillación? ¿Hacía falta ponerle una cámara a un pulpo para acabar de hundirnos en la miseria? ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Meterle un photoshop en la pecera a ver qué tal? De hecho, están saliendo aplicaciones de esas de «dale al botón y arreando» para que gente que, me consta, tienen menos masa cerebral que un cefalópodo, vayan por ahí presumiendo de artistas digitales. El pulpo, encima, tiene ocho manos, con lo que tiene ventaja así de entrada. Lo dicho, un desastre, aunque si le meten un ordenador igual se electrocuta y acabamos de una vez con la tontería.

Yo, todo el trato que he tenido con los pulpos ha sido en la mesa, para echarles un poco más de pimienta, y así pienso seguir. A mí que no me lien.

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fotografo, pulpo, video | Comment
reflexiones existenciales |

30 enero, 2015

| siqui

La trepidante vida del fotógrafo forense

James M. Turley

A mi, como a todos, lo que me gustaría es ser fotógrafo forense. Llegas a los sitios y la gente se aparta. Hay como un respeto. A ver, que paso, hagan sitio. El sujeto no se mueve, ni te pide ver la foto ni se queja de que ha salido mal y venga hazme otra. Lo que digo, un respeto. Veo ahí un nicho de mercado interesante, si se me permite la expresión.

Eso sí, ando toda la mañana buscando en Youtube, y aparte de perversiones macabras de gente enferma no hay manera de encontrar un tutorial en condiciones.

 

 

Fotografía: James M. Turley C.C.

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quejas y lamentos |

21 diciembre, 2013

| siqui

100 maneras de ganarse las lentejas

Hace un tiempo ya comentamos una lista que publicaba el Wall Street Journal en la que el oficio de fotógrafo quedaba en un lamentable puesto 189, justo por delante del de basurero y por los pelos. Ahora los de US News han sacado otra lista, esta vez con los 100 mejores oficios, y les dejo adivinar en qué puesto quedamos

Photographers_by_Augustas_Didzgalvis

Apretarsus que no salimos todos

Pues eso, que ni siquiera salimos. Aviso para navegantes y aficionados en general: Si tienes mil eurillos y estás calibrando la idea de adquirir una Canon de esas de plasticurri, por aquello de iniciar una carrera en el fascinante mundo de la imagen, acepta un consejo: déjalo correr.  Puedes gastarte los ahorros invitando a los amigos a copas, o haciendo el curso CCC de taxidermista, o alquilando videos de Jackie Chan, hay montones de maneras de tirar el dinero.

Existe la creencia de que los fotógrafos son seres mitológicos que ligan como condenados y atesoran fabulosas riquezas. Desde aquí nos hemos hartado de avisar: Os engañan! Todos esos videos con modelos estupendas y playas tropicales son un timo!  Ya  desenmascaramos en su día al individuo que se dedica a hacer el catálogo de Victoria Secret’s, pero ni caso. Ahora tenemos datos contundentes. Vean si no, la lista de oficios, honorabilísimos todos ellos,  que quedan por delante nuestro en la infame lista:

  • CONDUCTOR DE AUTOBUS
  • PROFE DE GUARDERIA
  • PINTOR DE BROCHA GORDA
  • CAMIONERO
  • GURDIA DE SEGURIDAD
  • TRABAJADOR DE LA CONSTRUCCION
  • Y EN EL PUESTO 100 : TELEMARKETING!

La gente no se apunta a seminarios de fin de semana para seguratas. Ni se montan un blog con las fotos de las paredes que han pintado durante el puente. Ni se gastan el dinero comprando ladrillos y andamios para ir reuniendo el equipo poco a poco. Porqué entonces esta manía con la fotografía? O sea, que si es preferible estar recibiendo insultos por teléfono, a lo mejor resulta que no somos tan super-guays de la muerte, ni tenemos un oficio tan mega-molón de la leche. Pos vaya noticia. Y seguro que se han gastado una pasta en hacer el estudio. Lo dicho, que hay montones de maneras idiotas de gastarse el dinero.

 

Crédito de la Imagen: Augustas Didzgalvis

 

 

fotografo, lista, oficio, profesiones, sueldo, trabajo | Comment
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6 diciembre, 2012

| siqui

El cabrón del fotógrafo

Ha vuelto a pasar. El otro día un tal Naeem Davis empujó a un hombre a las vías del metro, una actitud que deja a las claras que el tal Davis no es una buena persona.  Las redes sociales, que es como llaman ahora al chismorreo de patio de vecinos, se encendieron al día siguiente llenas de santa ira y justa indignación… contra el fotógrafo.

Foto: Umar Abbas

No por la pésima iluminación, o por el patético procesado de la foto que deja las sombras empastadas. La cosa tiene que ver con la ética, concepto resbaladizo y que a nosostros se nos escapa. Que si lo podía haber ayudado, que si esto que si lo otro. Pues sepan ustedes que esto se viene haciendo desde siempre, y nadie se escandalizaba. Por no remontarme mucho en el tiempo, vamos a poner un ejemplo que todos conocemos

Cronos devorando a sus hijos.

Aquí no hay excusa. Infanticidio, canibalismo y más que probable pederastia, y el el señor Goya mirando. Incluso le da tiempo a pintar un cuadro, que no es una instantánea, que no hay la excusa de que todo fue muy rápido. Lo que pasa es que en esos tiempos no existía Twitter, con lo que nadie le pudo ir a dar lecciones de ética desde el sofá de su casa. Pero veamos casos más recxientes:

La salida a bolsa de Bankia.

Pocas veces se ha podido fotografiar el momento exacto en el que se perpetra el mayor robo de la historia, el instante decisivo en el que un sinfín de calamidades de dimensiones bíblicas caen sobre todo un país. Pues ahí está la imagern. Ha venido alguien a decirle al fotógrafo que porqué no hizo nada para impedirlo? No. Ha sugerido alguien que el fotógrafo podría haber disparado otra cosa en lugar de una cámara, que nos habríamos ahorrado un montón de desventuras? Pues no.  Parece ser que la responsabilidad del fotógrafo a la hora de impedir catástrofes es selectiva. Valdría la pena establecer un patrón de conducta, más que nada para que no nos tengamos que ver expuestos a público escarnio en las famosas redes sociales.

Esto del Twitter es realmente muy extraño. Antes lo hemos comparado a un patio de vecinos donde las cotillas del barrio ponen a caldo a las demás vecinas. La diferencia primordial es que para cotillear en el mercado tienes que salir de casa, y eso, quieras o no, da una cierta pereza.

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Hacer fotos bonitas es fácil, lo que tiene verdadero mérito es que te paguen por ellas.

Este blog narra las tribulaciones de un fotógrafo profesional en el mundo moderno. Si no te interesa la fotografía, o el mundo moderno, o las tribulaciones de nadie, este no es tu sitio, aunque puedes pasar igualmente el rato. Internet es lo que tiene.

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