Se acaba de publicar el trabajo que hice para Delta Airlines sobre las mejores vistas de Barcelona del que ya hablamos hace un tiempo. Todas las terrazas son fantásticas, Barcelona es wonderful, el tiempo genial, o sea que menos mal que no es cosa mía, porque me hubiera costado mucho elegir portadda. Siempre pasa lo mismo, pero ya se sabe que para eso están los editores gráficos. A veces es una ventaja no tener la opción de elegir.
Llevo tiempo trabajando para la nueva guía de viajes de Travel Chanel, lo que implica fotografiar muchos restaurantes. Ya comentábamos ayer, que lo de los paisajes es secundario. Aquí vamos a lo que vamos. A continuación, una de las fotos que hice para un reportaje sobre bares de tapas en San Sebastián. En este caso el cliente es una revista. Encuentra las ocho diferencias
No son ocho, son muchas más. En un caso no quieren gente por razones que nosotros, humildes fotógrafos, no tenemos porqué entender. En el otro, hay que meter gente, cuanta más mejor. Todo consiste en esperar el momento en que los parroquianos acuden a abrevar. Si habeis visto los documentales de la 2 ya sabéis de qué hablo. Como ejemplo aún más claro, el bar Quimet&Quimet, en Barcelona (recomendable, por cierto). Esta es la foto que hice para la guía:
Y esta otra para un reportaje publicado en Delta Sky Magazine.
Aquí no hay que esperar. Siempre hay gente. La foto despoblada hay que hacerla justo cuando acaban de cderrar, y antes de que apaguen las luces y salgan pitando. Los planes para emergencias en caso de ataque biológico están inspirados en el comportamiento estándar del camarero ibérico. Cosas de algoritmos y eso.
El meollo del asunto es tener claro que, de un modo o de otro, vamos a molestar. En un caso, porque estamos rondando por allí en medio del gentío de la hora punta. en el otro, porque la jornada laboral ha terminado y el personal anda loco por largarse a su casa. A nosotros, que somos gente sin amplitud de miras, nos dan por saco las dos situaciones por igual, pero lo que nos dé a nosotros a nadie debe importarle. En ambos casos debemos trabajar deprisa y corriendo mientras pedimos disculpas con la mejor de nuestras sonrisas. Si encima tienes tiempo de pensar en el balance de blancos o la regla de los tercios, es que eres un pedazo de campeón. Mi enhorabuena.
Se acaba de publicar el trabajo que hice este verano para Delta Airlines sobre el Camí de Ronda, un GR que lleva a través de la Costa Brava para excursionistas con bríos y empuje. Muy a menudo me encuentro con gente que se imagina que un reportaje consiste en fotos bonitas de paisajes. Error. Las fotos bonitas, como la que acompaño, rara vez se publican. Al menos no en este tipo de revistas. Por supuesto que salen paisajes, pero siempre cumpliendo los designios del editor gráfico, que en esta ocasión eran:
Que salga un excursionista, a poder ser de mediana edad, con mochila. Que se note que va a caminar.
Que se vean pinos, mediterráneo y eso.
Que salga el mar, evidentemente, pero en el lado derecho de la página, por aquello de la compaginación.
Sol y buen tiempo, no hace falta ni decirlo. Nada de horas azules, un calor del carajo y servidor odia la playa.
Esto por lo que respecta al paisaje. Los elementos realmente imprescindibles son los bodegones de comida y los retratos, de los que ya hablamos hace unos días. Ahí la cosa se complica, por aquello de convencer al personal de que dejen lo que están haciendo y posen para la foto. Las cualidades necesarias exceden con mucho al simple conocimiento de las interioridades de la cámara y son una mezcla de vendedor de aspiradoras y Testigo de Jehová. La cosa tiene su tela, de modo que mejor lo dejamos para el siguiente post.
No me gusta el calor, no me gustan las aglomeraciones, por lo tanto, no me gusta la playa. Sin embargo, el deber es el deber. Ando estos días trabajando en un encargo de Delta Airlines sobre la Costa Brava. Con calor, con gente, con playa. Y haciendo retratos Aqui-te-pillo-Aquí-te-mato como éste. O sea, un sólo flash con un paraguas para suavizar el pelotazo brutal de sol con el que el puñetero clima mediterráneo tiene a bien bendecirnos durante el verano. Y andando, a sudar a otra parte.
Como no todo van a ser tribulaciones en este valle de lágrimas, hubo que darle salida a la paella, que a mí me enseñaron que está feo eso de tirar la comida. La verdad, hay trabajos peores, para qué nos vamos a engañar.
Se ha publicado ya el trabajo que hice para Delta Airlines en Tánger. La cosa era en principio simple: se trataba de conseguir un retrato de Anthony Bourdain, aprovechando que estaba por aquí cerca rodando un episodio de su programa «No reservations». Aquí un servidor tiene poca mundología y no lo conocía de nada, pero parece que en los USA es una celebridad, y fotografiar celebrities tiene sus dificultades. De entrada tienes que empotrarte con el equipo de rodaje y mirar de molestar lo mínimo, ningún problema por ese lado, ya que soy de buen conformar y la gente del equipo eran todos extranjeros pero buenas personas lo que se agradece.
Lo malo es que las estrellas tienen sus ritmos y sus horarios, de modo que pasé la mayor parte del tiempo esperando, hasta que por fín tras mucho insistir, me dieron 15 minutos para hacer el retrato. No parece mucho, la verdad, pero ya dicen que todo lo malo puede ser peor. Del primer disparo al último pasan siete minutos, con los metadatos en la mano. Es el tiempo que tuvimos hasta que llegó el productor a decirme que ya podía estar contento.
La localización, la luz, la armonía, el alma del personaje, la introspección y la psicología, el sistema de zonas y la regla de los tercios; todas esas cosas tan bonitas, reemplazadas de un hachazo por aquello tan nuestro del aqui te pillo aqui te mato. Había un tipo de fotógrafo, extinto ya, al que llamaban fotógrafo minutero, por aquello de que te hacía el retrato en un minuto. Luego lo del minuto no era verdad, que en esto hay mucha publicidad engañosa, y acababan siendo cinco, o siete, que total no viene de ahí. Tanto cuento para acabar convertido en un fotógrafo sieteminutero. Esto no es serio
Escribo este post desde Dubai, porque la vida moderna tiene esas cosas. A ver si mañana tengo tiempo y contamos cuatro cosas de por aquí. Un adelanto: hace calor.
El viaje a Marruecos ha sido bastante más accidentado de lo habitual en estos casos, que ya es decir mucho. Que te avisen a las siete de la tarde de que tienes que salir al día siguiente a primera hora crea una situación de estrés de nivel ocho de consecuencias previsibles: siempre se olvida algo. Pam. En este caso fue el segundo cuerpo de cámara que SIEMPRE hay que llevar por si las moscas. El señor Murphy nunca descansa, de modo que aprovechó para hacer fallar la 5DMKII en Tánger, justo cuando faltaban 50 minutos para la cita con el cliente. De repente la cámara estaba frita, muerta, kaput.
Me río yo de esas películas en que un tío tiene 24 horas para encontrar una cabeza nuclear, ya saben, cable rojo, cable azul, bla bla bla. El relato de cómo salí corriendo por los bazares de la medina de Tánger buscando una cámara a contrarreloj es una auténtico festival que provoca gran jolgorio y alborozo en las cenas con amigos y reuniones familiares. Tiene de todo: emoción, suspense, y mucha acción. La escena cumbre es cuando le digo al fulano que me quedo con la Canon llena de polvo del escaparate sin regatear.
Que vale pero que no tiene Visa. Pam. Busca un cajero. Me reservo los detalles más jugosos para el día que publique mis memorias.. Eso sí, no se lo recomiendo a nadie, no prueben esto en sus casas. Cosas así te curten dicen. Lo que pasa es que de tanto curtirte acabas pareciendo un cocodrilo. cuando me muera podrán hacer bolsos de Loewe. Bolsos de piel de fotógrafo. Una vía de negocio a estudiar.
La moraleja y la enseñanza son fáciles de adivinar: Las cámaras digitales son volubles y traicioneras y conviene no fiarse. Eso lo sé yo, lo saben ustedes, lo sabe todo el mundo. Aunque a algunos a veces se nos olvidan las cosas más elementales. Eso demuestra que, en el fondo, los fotógrafos también somos personas humanas. De loe errores se aprende, dicen. Dos cosas me sugiere a mí la frase de los cojones: Una, que si fuera verdad a mí me habría explotado la cabeza de tanta sabiduría concentrada, tendría el cerebro como una estrella de neutrones. Otra, que si cada vez que aprendo algo me tiene que costar dinero, la cosa empieza a perder su gracia. Estoy seguro que hay por ahí gente que lo aprende igual.
Y gratis.
Tras un tiempo dando vueltas por ahí, buscando váteres como siempre, vuelvo a casa y me encuentro el buzón lleno, como siempre. Parece que en varano sólo se acuerdan de tí el banco y la Cámara de Comercio, pero esta vez al menos, la gente de Delta Airlines me han enviado la revista con el último reportaje publicado. La foto que abre el reportaje fue la que dio más guerra, porque querían una imagen de Barcelona muy especial. La fotografía elegida fue hecha en la terraza del Hotel Mandarín Oriental y a mí me gusta, pero como siempre, se quedaron otras por el camino que también me gustaban:
Esta es más limpia, pero supongo que se ve mucho a la modelo y poco la ciudad. Descartada pues.
Esta otra la hicimos en la piscina del Hotel W. Capricho del editor, que quería ver la playa. El cristal de la barandilla hacía el encuadre muy confuso, y la luz de las tres de la tarde no facilita las cosas. Descartada pues, y con razón.
Esta imagen era perfecta para insertar títulos, letras y todo lo demás. Muy limpia, con un sólo color dominante y el toque justo de rojo, pero de nuevo se centra demasiado la atención en un sólo edificio. Descartada.
Y por último mi preferida. Se ve poco la ciudad, pero se intuye, que es más importante. Tiene atmósfera, es bonita, es alegre… es una foto descartada. Elegir es muy complicado. De hecho yo las hubiera puesto todas, pero hubiera quedado una revista muy gorda. Por suerte no está en nuestras manos, pero los designios de los editores gráficos son inescrutables.
Debe ser un trabajo bastante complicado, pero para eso se inventaron. Si fuera fácil ya lo haríamos nosotros, o el conserje. Sobre este punto hablaremos en breve, ahora que hemos vuelto a la actividad normal.
Una de las pocas ventajas -si no la única- de que Barcelona esté invadida de turistas es que un destino de moda significa reportajes vendibles. Un nuevo encargo para Delta Airlines, y van ya unos cuantos y que dure. Para mí, que soy un ignorante en estos temas, significa la oportunidad de descubrir conceptos como «Beach Club» que viene a ser lo que se dice el chiringuito playero de toda la vida, pero más fashion. Y más caro, si cabe. Por cierto, mediados de octubre y el personal de esta guisa.
Haciendo foto de viajes siempre se aprende algo. Uno amplía tus horizontes, aunque no salga de casa.
He tomado un vuelo interno y en la revista del avión sale un reportaje mío, lo que siempre da gustico. Se trata del último encargo para Delta Sky Magazine titulado algo así como «Los sitios preferidos de Pau Gasol». Fotos de interiores de restaurantes, siguiendo la línea de anteriores encargos.
Acabo de volver de la Villa y Corte, donde he estado haciendo un nuevo reportaje para Delta Sky Magazine. Juanjo Fernández, todo hospitalidad, me llevó a un lugar mítico. Cuenta la leyenda que aquí se reunían los lugareños cuando tenían algo que celebrar, hace de eso mucho tiempo. Eso dicen los viejos del lugar y no seré yo quien lo ponga en duda.
Esperemos que no se pierda tan entrañable tradición. A mi estas cosas ancestrales siempre me impresionan.