Uno de los secretos de la profesión -de cualquier profesión- es la tolerancia al fracaso. Sin esa cualidad no es posible elaborar ideas y propuestas que nadie te ha pedido y que nadie te va a pagar. Y se supone que vamos a hacer precisamente eso todo el tiempo, esa es la diferencia entre un emprendedor y un asalariado, que sólo hace lo que le mandan y además cobra por ello, el muy infeliz. De vez en cuando una de estas ideas prospera, pero la mayor parte de las veces, el silencio es la única respuesta a tus desvelos. La idea de hacer un calendario ilustrando fragmentos de la lietratura española no fue mía, hacerlo con una cámara estenopeica, sí. Otro proyecto al baúl.
La costa vasca, ilustrando un texto de Pío Baroja
El cielo de Castilla, en este caso Soria, ideal para Miguel Delibes
Una vista de Cadaqués, el Empordà de Josep Pla
La Plaza Real de Barcelona, un escenario de Vázquez Montalbán
Tiruliru tiruliru, suena el teléfono. Resulta ser un cliente del que hacía tiempo que no tenías noticias:
-Necesitamos una foto de una monja hablando por un Iphone mientras pasea un rotweiller que, aprovechando un descuido, está devorando una comadreja. Todo en un ambiente limpio y moderno, la monja que está de buen ver. Lo necesitamos para mañana. Ah, y háztelo como puedas porque no tenemos presupuesto.
Tu cliente te llama poco últimamente porque tira de foto low-cost. En sus presupuestos ha dejado de considerar el gasto del fotógrafo con lo que consigue ser más competitivo y/o aumentar sus beneficios. Si te ha llamado precisamente ahora es porque esa foto no la puede encontrar en los archivos de stock.. El caso no le supone mayor contratiempo, ya que que el sueldo del fotógrafo, como el espacio-tiempo, es elástico. A tu cliente no se le ocurre coger un taxi y decir: «Lléveme a la Diagonal, pero hágalo como pueda porque no tengo presupuesto» el taxista le dirá que coja el autobús, o lo mandará a la mierda sin más. Quién fuera taxista…
Hay varias maneras de confesar la propia insolvencia económica, todas malas: No tengo dinero, cinco bocas que alimentar, es triste pedir pero más triste robar, etc. El gran descubrimiento fue «no tenemos presupuesto». Con esta frase se consigue derivar la culpa a una entidad superior (el cliente del cliente) de una manera elegante. Hay malpensados que insinúan que se hace un uso abusivo del argumento con fines espurios, pero son gente zafia y ruin, que no entienden las complejidades del mundo de los negocios.
De modo que este es tu verdadero trabajo: negocia con una aspirante a modelo a cambio de un book, monta un traje de monja con cuatro trapos viejos, pidele el chucho al vecino de tu cuñado y el iphone al cuñado de tu vecino. La comadreja te la bajas de internet y la montas con Photoshop. Monta todo el circo rápido rápido, porque el destino de la Humanidad depende de que entregues la foto al día siguiente sin falta. De tu cliente no tendrás noticias hasta el siguiente fregado, porque aunque no lo sepas, ya no eres fotógrafo, ahora eres The Brown Manager,