En Bolivia a los lavabos les llaman «baño». No tienen demasiado interés en sí mismos, a menos que te apasione la cosa sórdida y siniestra. Son mucho más interesantes los carteles, y a eso me estoy dedicando. Por no variar y aumentar la colección.
De todas maneras, los que más me gustan son los de edificios a medio construir. En Copacabana los hay a montones. La crisis de la construcción? Vete a saber. Lo cierto es que el único provecho que les sacan es el de mear dentro. A lo mejor es una solución que podemos importar. Ahí lo dejo, como sugerencia.
Hoy vamos a comentar algunas particularidades de los carteles toileteros. Carteles que, en su afán de simplificar necesitan hacer más evidentes algunos detalles por aquello de la semiótica.
Este entrañable cartel podría formar parte de un curso de adiestramiento para varones asilvestrados. Hay opiniones y debates encendidos sobre cuál es la postura más adecuada a la hora de usar la taza del váter, y no vamos a entrar en esa polémica. Yo lo que le veo es un tamaño un pelin desproporcionado al asunto (habrá quien opine lo contrario, claro está) pero es por cuestiones de lectura visual. Un cipotón semiótico, para entendernos. Veamos otros ejemplos
Si no quieres caldo, dos tazas. Aquí ya entramos de lleno en la ciencia ficción. Obsérvese la distancia exagerada a la que debe situarse el sujeto, distancia que requiere de una cierta puntería que no se obtiene si no es con mucha práctica. El extraño goteo, unido al nivel de tumefacción del miembro, podrían ser interpretados de manera un tanto equívoca. Hay mucha mente sucia por ahí. Suspenso en semiótica. Vayamos a otro ejemplo.
Más corto, pero más robusto, y además cuadrado. Made in Germany. Quedan claras dos cosas. Una, que los alemanes se curan en salud y reparten para todos lados por aquello de la igualdad de géneros. Dos, que los referentes del autor son Nacho Vidal y Pamela Anderson. Lo de poner una H y una D parece de todo punto superfluo, pero hay gente muy lerda por ahí y más vale evitar equívocos. Mis escasas nociones de alemán sólo me permite entender el precio de la micción: 50 céntimos. Una bagatela