Qué hacer con el equipo obsoleto.
Desengañémonos. La cámara esa que te acabas de comprar va a morir pronto. Toda esa ilusión, todas esas reviews que has visto en internet, todas esas comparativas que demuestran que tiene un rango dinámico microscópicamente superior al de sus competidoras, todo eso pasa a ser intrascendente muy pronto. En pocos días saldrá una cámara que te servirá el café con tostaddas, que te adivina los números de los ciegos, que te practica una fellatio. Cosas todas ellas que tu cámara no es capaz de hacer. El amor se convierte rápidamente en indiferencia, y a la larga, en odio declarado. Lo notas cuando empiezas a dar explicaciones que suenan a disculpa en el momento de sacar la cámara. Es evidente que necesitas cambiarla, pero ahora resulta que la condenada funciona perfectamente. Si fuera una Canon lo tienes fácil: a fuerza de darle al gatillo te consigues un error 01 en cuatro días, pero igual tampoco puedes esperar tanto. Tu creatividad se está viendo coartada por un estúpido artefacto y por aquello del qué dirán. Que si eres un consumista, que si un superficial. Incluso hay un tipo en la asociación que se las da de guay porque tira con una cámara analógica más vieja que el cagar. Que los zurzan. Que parezca un accidente.
Esa madrugada conduces hasta una carretera solitaria. Las luces del alba empiezan a despuntar cuando abandonas tu carga y sales zumbando. No es nada personal, sólo negocios. Sin una miradda atrás. Sin remordimientos.
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