Una de las pocas ventajas -si no la única- de que Barcelona esté invadida de turistas es que un destino de moda significa reportajes vendibles. Un nuevo encargo para Delta Airlines, y van ya unos cuantos y que dure. Para mí, que soy un ignorante en estos temas, significa la oportunidad de descubrir conceptos como «Beach Club» que viene a ser lo que se dice el chiringuito playero de toda la vida, pero más fashion. Y más caro, si cabe. Por cierto, mediados de octubre y el personal de esta guisa.
Haciendo foto de viajes siempre se aprende algo. Uno amplía tus horizontes, aunque no salga de casa.
La portada se la encargan a otro. A mí me toca el relleno habitual: restaurantes, bares, y eso que le llaman ocio. Esta vez de Barcelona.
Con el cuento del reportaje he descubierto un bar fantástico: el Marsella, en la calle Sant Pau. Al parecer es un clásico, todo el mundo lo conocía, pero tanto trabajar lo convierte a uno en un ignorante de las cosas de la vida.
Uno de esos trabajos que da gusto hacer. Para este tipo de reportajes se hace imprescindible llevar dos o tres flashes ligeros en la maleta. La única pega, el calor asfixiante que hacía en los madriles
Angel Palacios, chef del restaurante La Broche. Contraluz con luz pésima detrás. Se hizo lo que se pudo, pero al menos la bata y el mantel se ven blancos e iluminados, que es lo mínimo.
Cocina muy sofisticada, como puede verse. La cocina está iluminada con vapor de sodio y el trajín impide montar trípodes. Flash en la mano filtrado con un 20 magenta compensado con la luz ambiente.
Un cocinero de los de toda la vida, preparando un cochinillo de los de toda la vida, en un horno de leña de los de toda la vida. Puedo atestiguar que el sistema produce unos resultados espléndidos. Aquí no había espacio para nada, de modo que el flash está colgado de una ventana a la derecha con pinzas. Hay otro viniendo desde la izquierda situado fuera de la habitación. De nuevo la luz horrorosa. Y había que ver el interior del horno.
Y por la noche, de copas a Chueca. Una putada, porque el local elegido estaba oscuro de narices. El uso del flash ha de hacerse con mucho cuidadín. Aquí alejado todo lo que da de sí el brazo humano.
Areia, Madrid
Esta foto me gusta especialmente porque conserva el ambiente y apenas se nota el efecto del flash. Hace falta la colaboración del modelo, porque la oscuridad era casi total y la foto está tirada a 1/2 segundo (con el diafragma a 2,8 y forzando a 1600 ISO)