Polaroids en el espacio

Copyright © Siqui Sánchez 2021.
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En el video que nos ocupa, un listillo le enseña un cuadro de IKEA a una serie de gente inocente haciéndoles creer que se trata de una obra de arte de las buenas. Les deja que se tiren el rollo y luego los humilla, dejándolos como unos zoquetes, y bla bla bla. La idea es demostrar que nadie sabe un carajo de arte moderno pero que a todo el mundo le gusta dárselas de culto y sensible. Muy original. A mí ni se me hubiera pasado por la cabeza, mira tú.
Y hablando de sensibilidad y de cabezas, viene lo que realmente me parece interesante. No se pierdan el detalle (minuto 1.04) del gigante musculoso estirando amenazadoramente el esternocleidomastoideo (qué ganas tenía de poner esto en un post) mientras su colega enterado larga toda una retahila de insensateces. Una pareja evidentemente desaprovechada. Para hacer un video realmente potente, yo hubiera preferido que entrevistasen al tío cachas, que seguro que da mucho más juego. Sobre todo al final, que hubiera mejorado muchísimo si el gigante musculoso coge al listillo, le parte el cráneo de un puñetazo y luego le pega fuego al museo. Si vamos a hacer videos, por lo menos que se hagan como está mandado. A estos del arte moderno lo que les falta es ritmo y sentido del espectáculo, y luego se quejan.
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Todos tenemos un pasado. Y en el mío figura el honor de haber trabajado durante un tiempo para la injustamente denostada Escudo de Oro. La empresa se dedicaba al negocio de las postales, eso que mandábamos a casa durante las vacaciones y que ha sido barrido por las llamadas «nuevas tecnologías» (hasta cuándo las vamos a seguir llamando así?). Que el negocio no tenía futuro estuvo claro cuando dejé de recibir encargos de una empresa que acabó falleciendo de muerte natural. Mientras tanto, pues un servidor se iba a Londres o donde fuera a hacer fotos lo más tópicas posible, con cielos azules y composiciones sin sobresaltos. Con su Hasselblad y su Velvia. Tiempos más tranquilos aquellos, sin duda, pero unos negocios se acaban, otros comienzan, unos clientes se van, otros vienen. Lo malo es que los que se van lo hacen cagando leches, y los que vienen van a un ritmo que parecen las Muñecas de Famosa. No es que yo sea viejo, para nada. Lo que pasa es que el mundo cambia muy deprisa.
Por si no había quedado claro que el negocio del papel ya no funciona, el otro día me encuentro con esto:
Una metáfora de la decadencia y el triunfo de la entropía. Que el sol es malo para el papel, indudable. Que las postales llevan ahí un cierto tiempo, no lo discutiremos. Lo que está claro es que resulta bastante improbable que alguien se decida a comprar una. A lo mejor el señor de la tienda no se ha enterado, o a lo mejor es que le da igual, hay gente muy dispersa. Estuve tentado de comprarle el expositor entero yllevarlo a Photo Españaasí tal cual, en plan instalación conceptual, pero siempre he sido un pusilánime y al final me dio pereza. Más que nada por lo de dejarme coleta, que me da como repelús. Eso sí, un día de estos me lanzo y lo voy a petar.
Que podría ser el título de una obra de arte de esas modernas, pero en este caso no es sino la pura realidad mismamente:
Marruecos es asín
Estoy revisando las fotos para la exposición del día 15, que es ya mismo y voy a enviar convocatoria en breve, y puliendo los detalles del libro. Es por ello que he dedicado estas fiestas tan entrañables a meditar profundamente sobre el tema. El tema viene a ser la relación del váter con el Arte Moderno, así con mayúsculas. La gente poco sensible o de baja condición lo resumen, a su tosca manera, diciendo que todo el Arte Moderno es una mierda y tal, pero para espíritus refinados tal aseveración resulta zafia y excesivamente rudimentaria.
Marcel Duchamp [Public domain], via Wikimedia Commons
Lo curioso del caso es que todo el embrollo este del Arte Moderno tiene su origen en el urinario que Marcel Duchamp presentó en 1917 en el Salon des Independants argumentando que era una obra de arte. Las mentes obtusas de siempre argumentaron que aquello no era más que un meadero, y que si eso era arte, pues entonces cualquier cosa valía. Les suena de algo?. Sí amiguitos, ahí empezó el desmadre, en un meadero. Y no lo digo yo, que soy parte interesada. En 2004 500 expertos eligieron el mingitorio en cuestión como La Obra de Arte Más Influyente del Siglo XX. Picasso quedó en segunda posición y el farsante de Andy Warhol se tuvo que conformar con el tercer puesto.
Y todo esto nos llena de orgullo y satisfacción, como dice aquél. Todo el Arte Moderno tiene su origen en un meadero. Para que luego digan.
Hace unos días hablábamos aquí del general mamoneo del mundo artístico, y hubo quien pensó que había en mi comentario algún ánimo de crítica. Nada más lejos. Un tipo que cobra 15.000 euros por una foto desenfocada es mi héroe, ni más ni menos. La pregunta que hay que hacerse es: Porqué yo no? Hay manera de analizar la cuestión con científico desapasionamiento? Siguiendo con nuestra vocación de servicio público, hemos realizado un pequeño cuadro explicativo de la cosa, para hacerlo más comprensible. Para poder trabajar con cierta soltura no he tenido más remedio que recurrir a generalizaciones que espero sabrán perdonarme. Vayan por delante las definiciones, para que todo el mundo vea que se trata de un estudio científico y riguroso:
– Profesional: El que se gana la vida haciendo fotos para un cliente al que debe satisfacer y dar explicaciones.
– Aficionado: El que hace fotos pero no se gana la vida con ellas. Las explicaciones se las da a su señora, llegado el caso.
– Consumidor: El que hace fotos sin tener ni puta idea de cómo ni porqué. Valga apuntar que no tiene idea de muchas otras cosas que ahora no vienen al caso.
– Artista: El que se gana la vida haciendo fotos sin tener que satisfacer ni dar explicaciones a nadie. Es más: es preferible no satisfacer a nadie.
Para que nos entendamos: los de la parte de arriba del cuadro tienen conocimientos técnicos de cómo hacer una foto, los de abajo no. Los de la derecha sacan beneficio, los de la izquierda, no. Sin embargo, la cosa dista mucho de ser tan sencilla. Obsérvese que la antítesis del profesional no es el aficionado, sino el consumidor. La antítesis del aficionado, es el artista, ya que sus NOES y SIES son absolutamente contrarios.
Cuanto más lo miro más me gusta. Es limpio y elegante, y se pueden extraer unas cuantas conclusiones que dejo a su libre albedrío. Yo ya he hecho bastante y lo de pensar no es mi fuerte.
Llevo ya un par de semanas en Nueva York, y lo cierto es que fotos más bien pocas. La verdad es que uno se ha dedicado a otros menesteres que tampoco vienen al caso. Eso sí, para que no se diga, me he paseado por las galerías a ver cuáles son las últimas tendencias, y las noticias no son nada buenas.
Señores, ya he comentado antes mi asombro y consternación ante el arte moderno en general y la fotografía en particular. No voy a aburrirles con mis lamentos de paleto indocumentado, diciendo que vaya birria, y todo ese rollo tan poco constructivo. Vamos a ser positivos, e intentar extraer algún beneficio del general desbarajuste.
Importante: Si quieren hacer carrera en esto del arte -y créanme que vale la pena- no hace falta que se sigan quemando el cerebro con menudencias técnicas que a nadie importan. Dominar el sistema de zonas o la regla de los tercios les va a delatar automáticamente como pardillos. Sirva como ejemplo esta foto de un tal R Mroué, similar en factura y apariencia a otras tantas que tenía colgadas en el muy prestigioso International Center of Photography:
La foto es tal cual, pero de dos metros. Como único comentario anotar que ya les acabo de ahorrar a ustedes 14 dólares. Este es un blog de servicio público. En una galería la mar de elegantona me encuentro con esta singular disposición:
Fotos, cualquiera sirve, que total son para romperlas, y el conjunto queda de un resultón que te mueres. De nuevo, la calidad y/o el contenido de la cosa resulta irrelevante.
El tipo de la foto es un listo que está comprobando el moiré de la cámara a cuenta del arte moderno. No todo el mundo entiende estas cosas. Miren la foto un rato y de paso les sirve para comprobar si tienen epilepsia fotosensible. Ya hemos dicho que estamos aqui para servir.
La polaroid vende mucho. Eso sí, pedir 18.000 dólares por unas fundas de plástico con fotos patilleras de tus amigos dentro me parece un poco exagerado. El dato es real, y es lo que yo digo, que quiénes somos nosotros para discutir, que doctores tiene la iglesia. Si les enseño el montaje este es para que tomen nota y aprendan. «Hacer fotos bonitas es fácil, lo que tiene verdadero mérito es que te las paguen». Les suena de algo? Pues bien señores, estamos delante de unos auténticos cracks, los putos amos, los reyes del mambo. Me quito el sombrero.
Mañana domingo me voy al Photoville, un evento que promete ser de lo más fashion. Han montado galerías de fotos con contenedores en los muelles de Brooklyn, charlas, conferencias, pases de fotos, todo eso pero en plan guay de la muerte. Estoy apuntado a un taller de retratos en 15 segundos que promete. La foto del tipo con una rata me ha convencido. A ver si empiezo a tener más tiempo y les cuento algo interesante.
No digo nada que no sepamos si afirmo que cada vez es más difícil sorprender al personal. Para los fanáticos de lo novedoso están los sitios de cácharrería, donde cada día nos (sorprenden?) con el último modelo levemente diferente del que apareció ayer y apenas distinguible del que aparecerá mañana. Lo dicho, para fanáticos e incondicionales.
En cuanto a la cosa artística se refiere, en estos momentos tenemos un problema grave de caducidad. Aparece una técnica nueva, pongamos por caso el time lapse, y piensas: voy a hacer uno de esos. Te informas, reunes el material necesario y te haces un video bastante presentable. Lo cuelgas para mostrarle al mundo tu trabajo… y te das cuenta de que ya hay gente que los hace con motor, de noche, con movimiento, con HDR y efectos especiales del copón.
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Aquí entra lo de la carrera de armamentos. Te metes en ello o te retiras discretamente?. Porque a partir de ahora, si quieres continuar te toca estar a la altura o resignarte a la tercera fila. Si te metes, de cabeza y hasta el fondo, nada de medias tintas. O sea, que a gastar tiempo y dinero. Aceptas el riesgo de que, para cuando lo tengas listo, el mamón de antes -que ya te llevaba ventaja- se ha sacado cualquier otra mamonada de la manga, o peor aún, la técnica en cuestión ha pasado de moda y a nadie le interesa. O sea que te guardas tu video. A partir de ahora antes de enseñarlo te aseguras de que la víctima vive en un mundo aparte y no tiene contacto con internet. A las amigas de tu madre les entusiasma, o sea que no vamos tan mal. Se trata de conocer las propias limitaciones y elegir tu público. A eso le llaman selección de target los de las agencias, o sea que tampoco en eso vas a ser el primero. Mala suerte.
Qué pasa con las fotos? Que usas procesos medievales? Que iluminas con luciérnagas cautivas? Que revelas con sangre de unicornio? que le metes Polonio en el café a la gente para hacerles fotos mientras la palman? Flojo, flojo. Siempre hay un cabrón que la monta más gorda. La foto de arriba es un buen ejemplo de lo que digo. El sujeto en cuestión hace negativos tamaño gigante y los pone encima de un prado con césped. El sol y la fotosíntesis hacen el resto. Eso sí, tamaño king size, para epatar al personal. Cómo lo hace para quitar la hierba y colgarla en la pared, y eso, ya no me he preocupado de investigarlo. No pienso entrar en esa carrera. En este país somos más de solar y descampado, y lo de la hierba no acaba de funcionar. Por lo del cambio climático, y eso.
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Contemplando el arte, ojiplática ella.
Los años sesenta se conocen como la década prodigiosa, los ochenta fueron los años del dinero fácil, los dos mil serán recordados como años de desconcierto. El mismo que siente esta buena mujer ante un cuadro que no está. Se lo han llevado? Ha salido un momento? Han puesto la silla para guardarle el sitio? La respuesta ya se la han imaginado: la silla es la obra de arte.
Lo que me pareció más fascinante de todo el asunto no fue el estupor del personal. la gente está acostumbrada a eso y mucho más, y ya no se asombran por nada. Fue el papel del segurata de la sala, estresadísimo el hombre. A nadie se le ocurre tocar los cuadros, hasta ahí su trabajo es más bien descansado, pero con la silla es diferente: es una obra de arte y no puede tocarse, y mucho menos sentarse. Porque la gente se sienta! Tú les pones una silla y se sientan! No entienden nada!
La mujer de la foto mira a una pared vacía intentando encontrar respuestas, y se irá con las manos vacías, porque detrás de la silla no hay nada. Eso sí, la presentación es impecable y posiblemente ha costado una pasta.Una metáfora perfecta de los tiempos en que vivimos. El que diga que la cosa esta de la silla no es profunda es que no tiene sensibilidad ninguna y no entiende de arte.
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Ya he comentado alguna vez mi desconcierto a la hora de enfrentarme a una exposición de fotografía «Artística». así con mayúsculas. Seguramente el problema radica en que nunca me leo los panfletos hasta que es demasiado tarde. En este sentido, visitar una exposición es como montar un mueble de IKEA, no puedes pretender entenderlas si no te lees primero el papelito. Yo nunca leo las instrucciones, al menos de entrada, y así me va. Ayer me ocurrió exactamente esto en la exposición de Bruno Serralongue, en la Virreina.
De entrada las fotografías me recordaron las fotos que hace mi cuñado cuando va de vacaciones,. No obstante, las ampliaciones eran grandes, y estaban muy bien enmarcadas, quiero decir que la puesta en escena sugería que había algo que se me estaba escapando. Soy consciente de mis limitaciones en cuestiones de arte, de modo que me dí por vencido y me leí las instrucciones. Mi ansia de aprender no conoce límites.
El conocimiento es poder. Ahora, el sentido de la muestra se me reveló de manera diáfana. Resultó que el señor este leía una noticia en el diario, acudía como un mirón más al lugar de los hechos y hacía una foto. La noticia había pasado ya, y por tanto, lo único que fotografiaba esta buena persona era una calle, un edificio, un solar donde había pasado algo. Todo muy frío, muy objetivo y muy cool. El resultado son imágenes que tienen un interés muy limitado, tendente a cero. Imposible saber que esa es justamente la idea si no te lees las instrucciones, de modo que me sentí aliviado al ver que si no le veía el encanto a la cosa no era debido a mi falta de sensibilidad. Si lo entendí bien, hacer la foto de un suceso interesante, es considerado foto de prensa, pero hacerla un día después, cuando ya no pasa nada y no hay nada que ver, sería ya cosa artística. Eso por hacer un resumen más o menos comprensible para los que seais un poco lerdos. Según el director de la Virreina, las fotos «son un instrumento más de participación en la sociedad global». Suena bien, y no significa nada, lo que demuestra que este señor no tiene el cargo que tiene porque sí. También se nos explica que el artista se pagaba él mismo los viajes a los sitios. Curioso dato que no sé si aporta algo o no, pero a estas alturas mi desconcierto ya es máximo y no estoy para sutilezas.
Ahora en serio, yo no entiendo de estas cosas, pero seguro que se trata de una exposición muy interesante.
Aprovechando que mis múltiples negocios me han llevado a Tarragona, he decidido cogerme un par de horas libres y visitar algunas exposiciones del festival SCAN. De vez en cuando también conviene cultivar el espíritu, no todo va a ser amasar dinero. Para hacerlo más fácil, la exposición de Ricky Dávila está en el puerto, justo donde estoy trabajando, de modo que dejamos de lado las finanzas y nos sumergimos de lleno en la Cultura.
Cuando uno entra en una exposición hay que mirar las obras expuestas con una atención especial. Son obras de arte y, por tanto, hay que tener los sentidos alerta para captar lo que el artista nos quiere comunicar. Que no es como cuando tu cuñado te pasa las fotos de su viaje a Canarias, que eso no es arte. La primera pista es que tu cuñado hace fotos de cosas bonitas, y un artista, por lo general, de sitios feos (así por simplificar) Eso sí, detrás de cada foto hay una intención. Si vemos un paisaje movido porque la foto está tirada desde el coche no vale decir aquello de «yo también hice muchas de esas este verano». Pues no, listo, no va así la cosa. Tú no estás aquí para eso. Tu función es intentar captar lo que te están explicando. Entender, si eres capaz, la mirada del artista. Este es el concepto principal, y donde empezamos a navegar. Esta mirada, hay que tenerla entrenada para ver cosas donde los demás no las ven? Porqué una foto es arte y otra no? Empecemos por esta foto de un almacén frigorífico lleno de Kiwis.
Yo hice una foto muy similar hace un tiempo, aunque mi punto de vista fuera mucho más prosaico. El sitio está bajo cero, y yo estaba trabajando con prisas como siempre, de modo que tengo excusa si digo que no le vi la cosa artística por ningún lado. Aparte el hecho de que el cliente, que es el que manda, no está para sutilezas.
Resulta evidente la diferencia. Una foto es arte y la otra simple comercio. Como guía orientativa nos puede servir el blanco y negro, que ya de entrada es una garantía, pero no es tan fácil la cosa. Caso aparte son los retratos, magníficos ellos.
Un personaje que mira a la cámara sin más artificio. Cualquiera de estas fotos podría ser una foto de carnet, o una de esas que la gente pone en el perfil de facebook, y en cambio están enmarcadas en la pared. Es evidente que hay algo más. Se trata de retratos profundos, de esos en que se ve el alma del retratado. Una pista para saber que estamos ante un retrato profundo es que son en blanco y negro, la gente es poco agraciada y están serios. Lo interesante del caso es que yo suelo hacer justo lo contrario cuando me dejan suelto. A mí me va la cosa falsa, frívola y superficial, pero claro, yo ni soy ni me considero un artista. Yo sólo soy un fotógrafo.
Pese a todo, la exposición me pareció magnífica. Todo el mundo conoce el trabajo de Ricky Dávila y gente más preparada que yo ha hecho la glosa, de modo que no es ese el objetivo de hoy. Lo que a mí me trae de cabeza es lo de distinguir el arte de lo que a nivel legal denominan «mera fotografía». O sea, una mierdafoto que si alguien te la fusila no puedes quejarte porque no es arte. Ya veis que la cosa es seria.
Con estos precedentes, no es de extrañar que la exposición me generase inquietudes extrañas. Lo que me preocupó un poco fue que las fotos que más me impresionaron fueron justamente las que salen en los catálogos y los carteles.
Me gustaron porque ya las había visto antes, y eso me ha condicionado? Eso sería como decir que no tengo criterio propio. O por el contrario, me gustaron porque son las mejores, y por eso están en los carteles, y por tanto sí que tengo criterio? Muchas dudas y pocas respuestas.
Ya ven si da de sí ir a ver una exposición.