El gracioso
Son múltiples las desgracias que afligen al fotógrafo cuando se ve en la tesitura de trabajar en oficinas y demás espacios laborales. Otro día mencionaremos los presupuestos de risa, las peticiones surrealistas o la coña del Photoshop de las narices. Hoy nos centraremos en un siniestro personajillo que puebla de manera uniforme TODAS las oficina de nuestra celtibérica geografía: el Gracioso.
El Gracioso se considera heredero directo de aquellos programas de chistes de paletos de los 80, de las imitaciones de José Luís Moreno y de las cintas de casete de Pajares y Esteso, que te partías el ojete de la risa. De manera que coges la cámara, te sitúas frente a la recepcionista y le pides que finja hacer algo y ponga cara de interés. El sujeto aparece por allí, sin que nadie lo haya llamado, y le suelta aquello de «Venga Maripili, de aquí a Jolibu». Yo, cada vez que lo oigo es que me desorino. El pájaro dirige una mirada de complicidad a la concurrencia y se queda por allí rondando, a la espera de otra oportunidad. Ésta llega cuando encañonas a un ser de apariencia vagamente humanoide y le pides que haga algo con su cutre-ordenador Windows lleno de peluches y pegatinas grasientas. No es un actor del método, más bien parece un gusano nemátodo intentando resolver un sudoku, pero intentas mantener la calma hasta que oyes al Gracioso: «Cuidao que este rompe la cámara». Ahora ríe como una hiena, animando al resto de palmeros a hacer de esto una fiesta. Con el siguiente especimen suelta otra gracia tremendamente ingeniosa, jamás oída antes: «Julián , dile que te coja tu perfil bueno». Aquí ya se descojona vivo, feliz como una sanguijuela en el cásting de Holocausto Caníbal. Sigues trabajando, lamentando que la ley sea tan estricta con los casos de homicidio con ensañamiento, cuando le toca el turno a la presunta jamona de la oficina. Si, amigos, en cada oficina hay una sex symbol oficial, poco importa que irradie menos erotismo que una sala de autopsias low cost. La señora en cuestión te lanza aquello de «Luego me arreglas con el Photoshop», cuando lo que haría falta sería agua de Lourdes, pero se lo perdonas porque ya casi has acabado. Aquí el Gracioso ya echa el resto de su repertorio de tópicos y suelta aquello de «Manoli, dile que te paguen derechos de imagen». Encajas el golpe de nuevo, intentando mantener la calma, y les pides muy amablemente si no tendrían algo para beber. Líquido de embalsamar o matarratas, cualquier cosa te va bien. Eres una persona de gustos sencillos. Lo único que quieres es salir corriendo, notas un sudor frío y una vena palpitando en la sien de manera alarmante. Consigues acabar el trabajo sin matar a nadie ni haber sufrido un colapso nervioso. Ya te puedes considerar un profesional.
Kafka se quedaba corto. Cortísimo.
Y lo hermoso que es trabajar con niños?????
yo la verdad, prefiero los insectos…
Tengo pendiente una cosa sobre críos…
Muy ilustrativa la foto, sobretodo ver el estado actual del fotografiado mas arriba…una pena.
Lo peor de todo es cuando el gracioso es un familiar. Eso si que duele.
José Luís Moreno no hacía imitaciones. Era ventrilocuo,El que sale en el single sí que las hacía muy buenas. Y con su compinche (que ese si que era un «pájaro») urdieron algunos de los mayores engendros del cine patrio. Con Mariano (el otro) en la sala de maquinas.
Qué tiempos, ah.