El fotógrafo laxante
Mi cuñado trabaja en una inmobiliaria, y hace tiempo consiguió el dudoso honor de quedar al cargo de hacer las fotos de los pisos, lo que según él nos convertía en colegas de profesión.
Ayer teníamos comida familiar, y nada más llegar me empezó a largar el discurso de la modernez y los nuevos tiempos, soltando de manera aleatoria frases que debe sacar del facebook de algún perturbado.
– La cámara es un paradigma superado. Si no estás en Twitter no existes. El futuro es la usabilidad.
Eso me decía y me miraba fijamente esperando que le dijera que sí, que el futuro era la usabilidad. Y yo, cobardemente, hacía que sí con la cabeza, como los perros aquellos que había en los coches, disponiéndome a aguantar estoicamente toda la retahila de sandeces, mirando el reloj con ansia mal disimulada. Nunca he encontrado una manera elegante de decirle que las sórdidas imágenes con que nos aflige desde su infecta web vendepisos no son sino atentados a la más elemental norma estética, al mínimo criterio y al más elemental sentido común. No por nada, sino porque mi cuñado es muy susceptible, y enseguida te ves envuelto en una trifulca que no deseas.
Luego le tocó el turno a mi cámara, según él, un ladrillo obsoleto que ya debería haber sustituido por… ¿adivinan qué?. Exacto, por el último modelo de telefonillo que, casualmente él acababa de adquirir, y que, según una comparativa recién publicada no sé donde le daba mil vueltas a las réflex de toda la vida.
Hasta ahí lo podía soportar sin problemas. No soy de esos que hacen un caso de honor defender una u otra marca, y si le apetecía calumniar a mi cámara, pues por mí encantado y peor para el señor Canon. Pero aún quedaba mucho partido por delante, y la cosa no podía sino empeorar. Se me debió notar la cara de escepticismo, es un defecto que tengo, de modo que se obstinó en enseñarme las fotos que había hecho el día anterior con el nuevo aparato. Un piso recién desahuciado que necesitaba algunas reformas, pero que era una verdadera ganga. Esas fueron sus palabras. Me plantó el móvil en la cara y empezó a pasar fotos con gran profusión de gestos mientras me interpelaba constantemente para que diera mi aprobación.
-Y esta, ¿qué te parece esta? Mira, mira, qué calidad. Y en automático. Eso no lo haces con tu cámara ni de coña.
En la pantalla se sucedían siniestras habitaciones iluminadas de mala manera por un fogonazo de flash a todas luces insuficiente, que no hacía sino volver más deprimente la escena. En algunas de las imágenes podían verse objetos de diversa índole, un cojín, unos libros, unas piezas de Lego, como si los habitantes de la casa hubieran tenido que salir huyendo a toda prisa de un apocalipsis zombi. No sé si lo he comentado antes, pero mi cuñado tiene varias costumbres irritantes, entre ellas la de acercarse mucho a tu cara cuando habla. A medida que se animaba pequeños proyectiles salían disparados al azar. Debía ser consciente de ello, porque de vez en cuando le pasaba la manga al telefonillo para limpiarlo, pero aparte de eso la cosa no parecía afectarle mayormente.
Fue entonces cuando sucedió. Otra vez. Tuve que salir corriendo dejando a mi cuñado plantado en medio del comedor con su telefonillo sin poder evitarlo. Mientras cerraba la puerta con el pestillo lo oi como se quejaba:
– Este tío es la hostia. ¿Es que siempre le tienen que venir las ganas de cagar cuando viene a mi casa?
Según el médico sufro de desórdenes gastrointestinales provocados por algún elemento irritante, y en realidad no va desencaminado. Yo lo llamo el síndrome del fotógrafo laxante.
Artículo publicado en Quesabesde
Excelente post!!! se le revuelven a uno las tripas con semejantes personajillos :(