La fotografía de viajes se basa en un proverbio latino: «Omne ignotum pro magnifico» que viene a significar que todo lo desconocido nos parece estupendo. O sea, que hacer una foto de las motos que esperan en un semáforo de la Gran Vía puede tener poco interés, pero si hacemos lo propio en Osaka la cosa cambia. Por el exotismo, y eso.
Lo que me ha llamado la atención, aparte de las Harleys en Japón, es que lo de las motos ya no es lo que era. Aquí hemos fotografiado moteros rebeldes, moteros sin moto y moteros pistoleros, pero siempre de género masculino. Ya tocaba dar un poco de variedad al asunto.
Al contrario de lo que mucha gente piensa, un viaje por Japón es extremadamente relajante. Tras pasar unas semanas entre tanta serenidad y armonía vuelvo al caos, el ruido y la furia. Previsible. Siempre que te vas por ahí te esperan a la vuelta todos los marrones que dejaste atrás corregidos y aumentados, pero tenerlo previsto no ayuda gran cosa porque siempre hay alguna sorpresa para joderte un poquito más de maneras inesperadas. En mi caso un desastre informático estándar del que aún me estoy recuperando. La entropía no hace vacaciones.
Dice Noah Harari que el caos de nivel dos es un caos que reacciona a las predicciones sobre él, y por lo tanto nunca se puede predecir de forma exacta. Es lo que tiene ser un poco leído. Te pasan las mismas cosas que a todo el mundo, pero alguien más listo que tú las ha explicado con sencillez y elegancia. Hasta ahora pensaba que mi trabajo era como apagar fuegos mientras toco la trompeta subido a una escalera haciendo malabares con un mono en la cabeza. Ahora sé que eso es simplemente la vida del fotógrafo: un caos de nivel 2
La pasión de los iranís por el selfie es sorprendente. Aquí tampoco es que nos quedemos mancos, pero no es nada comparable a ese furor selfístico. Podeis leer el artículo completo en Kamaleon.
Haberlo haylo, pero está censurado, y puedes acceder siempre que te lies con VPNs y antifiltros y zarandajas informáticas inaccesibles para el común de los mortales. De manera que no te queda otra que invertir el tiempo disfrutando del viaje en lugar de pasarlo explicando lo mucho que estás disfrutando. Es de locos
La gente pasea por la calle.
Posiblemente fruto de lo anterior, aunque tal vez sea que son así, y les gusta pasear, y charlar con los amigos, y hacer picnic con la familia. En todo caso, no es algo a lo que estemos acostumbrados. Encima te saludan, se interesan por tí, te ayudan en lo que pueden. Los terroristas es lo que tienen, que disimulan muy bien para que te confíes.
Las cosas no son como esperabas
La imagen de arriba no es de ningún parque de atracciones, es la tumba del Imám Jomeini que en paz descanse. Muchas cosas aquí no van a coincidir con las imágenes que ves en el Telediario. Estás avisado.
Los carteles de los váteres son incomprensibles.
Es importante no meterse en el que no toca. El ingés sólo llega para WC. El resto, a espabilarse.
Está lleno de piedras.
Con el cuento de ser la cuna de la civilización lo tienen todo lleno de ruinas. Un Jesús Gil les haría falta con tanto solar edificable.
Para un IKEA que encuentras está cerrado.
A lo mejor era por ser viernes, pero me quedé con las ganas de entrar y llevarme un lápiz, o algo
Después de analizados los resultados del viaje a Myanmar puedo confirmar que el experimento ha sido un éxito. El asunto consistía en viajar sin la Canon, y en lugar del habitual montón de chatarra, llevar la Sony a6000 por todo equipaje. Una camarita que cabe en un bolsillo o, si eres un poco hortera, como es mi caso, en una mariconera / riñonera junto al tabaco y el pasaporte.
Del descanso que supone ir ligero de equipaje no hace falta ni hablar. En algún momento me he cruzado con gentes sudorosas que cargaban monstruosos teleobjetivos grandes como el zapato de Miliki. Allá cada cual. Pero a mí va a costar convencerme de nuevo para cargar con según qué equipos para ir de viaje.
No voy a entrar en tecnicismos sobre el sensor, o el rango dinámico, o el sursum corda. Ya hay millones de páginas por ahí que se dedican y cada cual puede sacar sus conclusiones. Dicho esto, y considerando que el trabajo más delicado ya está cubierto por la Pentax 645Z, a la réflex de toda la vida le va quedando poco espacio.
Y por cierto, los señores de Canon/Nikon ya pueden empezar a hacérselo mirar.
El tren que une Lashio con Mandalay tiene muchos atractivos, pero el plato fuerte es el viaducto que construyeron los británicos en 1899 y que sigue funcionando a día de hoy. La estructura tiene más de 100 metros de altura, y es de agradecer que te permitan abrir la puerta y colgarte fuera para hacer fotos. De hecho puedes hacer lo que te dé la gana. Los birmanos son activos partidarios de la selección natural, o sea, que si te caes por hacerte una selfi es problema tuyo. El mundo seguirá girando. Acostumbrados a todo tipo de agobientes restricciones «por nuestra propia seguridad» se agradece tanta manga ancha.
Lo de la alta velocidad es un concepto que no ha llegado todavía a estas tierras. El tren es uno de esos casos extraños en que una serie de movimientos espasmódicos hacia todos lados acaba traduciéndose en un avance hacia adelante. Asombroso pero cierto. Para que se me entienda, el tren invierte unas 7 horas de traqueteos, y bandazos en cubrir los 280 kilómetros del recorrido, lo que da la apabullante media de 40 km/hora. La sensación final es que te han recolocado todos los huesos, no necesariamente en el mismo lugar ni en el mismo orden. Para que no falte de nada, el tren dispone de servicios de catéring en todas las estaciones y paradas. Delicias birmanas en forma de brochetas de cosas en principio comestibles. Hasta aquí puedo leer.
A la hora de juzgar la composición de una foto nos gusta ponernos estupendos con la regla de los tercios, o que si los colores complementarios, o las líneas de fuga, o las masas de sombras… un montón de conceptos indicativos de que sabes de qué va el tema y puedes explicar con fundamento porqué el fotógrafo ha hecho una cosa y no la contraria.
A veces es mucho más sencillo. La composición es así porque era la única manera de evitar los putos postes de la luz.
Si cogemos un montón de chatarra oxidada, lo untamos de grasa generosamente y le ponemos cuatro ruedas, obtenemos lo que los birmanos opinan que es un camión. Un camión opinable, que diríamos.
Para arrancar el engendro se necesitan dos personas. El proceso es interesante e instructivo. Abstenerse los pijos esos del arranque electrónico sincronizado turbo injection.
En Birmania gobierna una dictadura militar que, como es normal, se dedica a prohibir cosas sin importarle demasiado el qué dirán. Ya se sabe, las dictaduras es lo que tienen. Lo que todavía no se les ha ocurrido es prohibir las placas solares para autoconsumo. Es normal. En un país donde el sol abunda y la gente va escasa de recursos, sólo faltaría que encima les prohibieran aprovechar la energía que cae gratis del cielo. Eso no pasa en ninguna parte.
Llevo un tiempo fuera de España, espero no haberme perdido nada. Que es que oigo como unas risas.
Birmania tiene muchos encantos, pero definitivamente la conexión a internet no sería uno de sus puntos fuertes. Un análisis precipitado concluiría que internet funciona como el culo, pero esa sería una visión demasiado superficial, y nosotros somos más de reflexiones profundas.
Porque pasarse veinte minutos contemplando la barra de estado hasta que consigues enviar un puto mensaje de correo puede parecer una pérdida de tiempo, pero tienes que considerar que durante ese rato puedes aprovechar para hacer introspección interior, conocerte un poco más a tí mismo, recordar todos tus pecados pasados presentes y futuros, y en resumen, practicar el noble arte de la meditación que lleva a la paz de espíritu.
Cuando por fín consigues enviar el mensaje se produce lo que sea que los budistas consideren una conexión cósmica, el nirvana, las siete revelaciones existenciales, cosas que de otro modo te estás perdiendo.
O sea que menos quejarse, que a lo mejor resulta que no estamos desarrollando nuestro yo interior de la manera adecuada y luego pasa lo que pasa