Después de publicado el trabajo hecho en Benasque, quedan -como siempre- fotografías huérfanas. Fotos que nadie quiere. Fotos descartadas. Rechazadas, marginadas, dejadas de lado.
Por verlo desde el lado trágico, que de vez en cuando a uno le da por ahí.
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Y esta que la colamos aprovechando que es agosto y nadie mira.
Acaba de salir publicado el reportaje que hice para Descobrir Catalunya sobre la Ribagorça, en el Pirineo. Como siempre, a la hora de escoger la portada ha habido diversidad de opciones, todas válidas, y opiniones para todos los gustos. Señal de que has hecho bien tu trabajo, aunque tratándose de la Vall de Boí la cosa no tiene mayor mérito.
Eso sí, cuando pienso que tuvimos que atrasar todo el asunto porque hacía demasiado frío y la cosa no daba sensación de veranito me salen suspiros de melancolía de aquellos profundos, intensos. Trabajar así da gusto.
Se acaba de publicar el trabajo que hice para Delta Airlines sobre las mejores vistas de Barcelona del que ya hablamos hace un tiempo. Todas las terrazas son fantásticas, Barcelona es wonderful, el tiempo genial, o sea que menos mal que no es cosa mía, porque me hubiera costado mucho elegir portadda. Siempre pasa lo mismo, pero ya se sabe que para eso están los editores gráficos. A veces es una ventaja no tener la opción de elegir.
Llevo tiempo trabajando para la nueva guía de viajes de Travel Chanel, lo que implica fotografiar muchos restaurantes. Ya comentábamos ayer, que lo de los paisajes es secundario. Aquí vamos a lo que vamos. A continuación, una de las fotos que hice para un reportaje sobre bares de tapas en San Sebastián. En este caso el cliente es una revista. Encuentra las ocho diferencias
No son ocho, son muchas más. En un caso no quieren gente por razones que nosotros, humildes fotógrafos, no tenemos porqué entender. En el otro, hay que meter gente, cuanta más mejor. Todo consiste en esperar el momento en que los parroquianos acuden a abrevar. Si habeis visto los documentales de la 2 ya sabéis de qué hablo. Como ejemplo aún más claro, el bar Quimet&Quimet, en Barcelona (recomendable, por cierto). Esta es la foto que hice para la guía:
Y esta otra para un reportaje publicado en Delta Sky Magazine.
Aquí no hay que esperar. Siempre hay gente. La foto despoblada hay que hacerla justo cuando acaban de cderrar, y antes de que apaguen las luces y salgan pitando. Los planes para emergencias en caso de ataque biológico están inspirados en el comportamiento estándar del camarero ibérico. Cosas de algoritmos y eso.
El meollo del asunto es tener claro que, de un modo o de otro, vamos a molestar. En un caso, porque estamos rondando por allí en medio del gentío de la hora punta. en el otro, porque la jornada laboral ha terminado y el personal anda loco por largarse a su casa. A nosotros, que somos gente sin amplitud de miras, nos dan por saco las dos situaciones por igual, pero lo que nos dé a nosotros a nadie debe importarle. En ambos casos debemos trabajar deprisa y corriendo mientras pedimos disculpas con la mejor de nuestras sonrisas. Si encima tienes tiempo de pensar en el balance de blancos o la regla de los tercios, es que eres un pedazo de campeón. Mi enhorabuena.
Ya dijimos el otro día que hacer paisajes bonitos era sólo el 5% del trabajo. El resto consiste en lo que ahora llaman dotes de persuasión y asertividad emocional, pero que viene siendo la charlatanería de toda la vida. La gente piensa que la revista llama para concertar la cita y esas cosas. A lo mejor los que trabajan para National Geographic, o Vogue. A lo mejor. Para el resto de los mortales, el modus operandi puede variar, pero básicamente consiste en llegar al sitio, localizar la vícitima, mentirle diciendo que va a ser un minuto, marearla hasta conseguir que deje lo que está haciendo, se cambie de ropa por algo que te convenga, varíe la distribución de las mesas para hacer espacio al flash, salga fuera porque dentro la luz no es buena, reordene los geranios, le diga al repartidor de la lejía que aparte la furgoneta que molesta y, si puede ser y no es mucha molestia, prepare un plato de paella para sacarlo en la foto.
Si luego aguanta sin quejarse los tropecientos disparos y sales de allí sin notar miradas de odio en el cogote, es que ya eres todo un profesional. Eso, o que la gente es buena, así en general.
Se acaba de publicar el trabajo que hice este verano para Delta Airlines sobre el Camí de Ronda, un GR que lleva a través de la Costa Brava para excursionistas con bríos y empuje. Muy a menudo me encuentro con gente que se imagina que un reportaje consiste en fotos bonitas de paisajes. Error. Las fotos bonitas, como la que acompaño, rara vez se publican. Al menos no en este tipo de revistas. Por supuesto que salen paisajes, pero siempre cumpliendo los designios del editor gráfico, que en esta ocasión eran:
Que salga un excursionista, a poder ser de mediana edad, con mochila. Que se note que va a caminar.
Que se vean pinos, mediterráneo y eso.
Que salga el mar, evidentemente, pero en el lado derecho de la página, por aquello de la compaginación.
Sol y buen tiempo, no hace falta ni decirlo. Nada de horas azules, un calor del carajo y servidor odia la playa.
Esto por lo que respecta al paisaje. Los elementos realmente imprescindibles son los bodegones de comida y los retratos, de los que ya hablamos hace unos días. Ahí la cosa se complica, por aquello de convencer al personal de que dejen lo que están haciendo y posen para la foto. Las cualidades necesarias exceden con mucho al simple conocimiento de las interioridades de la cámara y son una mezcla de vendedor de aspiradoras y Testigo de Jehová. La cosa tiene su tela, de modo que mejor lo dejamos para el siguiente post.
Acaba de salir publicado el reportaje que hice para Descobrir Catalunya en el Puerto de Barcelona. Fue un trabajo especialmente divertido, porque a mí estas cosas industriales me gustan, y además me dio oportunidad de probar entornos diferentes.
Pese a estar en posesión de múltiples y variopintos permisos, el trabajo puso a prueba mis conocidas dotes de persuasión y mi bíblica paciencia hasta extremos un tanto fatigosos, a decir verdad.
Pues eso, que corran a su quiosco habitual antes de que se agoten!
Aprovechando que el maestro Rafel López-Munné estaba haciendo un reportaje para Descobrir Catalunya, y por tanto tenía la venia de las autoridades competentes para acceder a la Catedral de Tarragona, decidimos meter el Phantom y ver qué tal se comportaba
La cosa tuvo sus altibajos, nunca mejor dicho. El primer intento se saldó con un rotundo fracaso debido al extraño comportamiento errático del GPS y la avería de un motor. Todo muy sospechoso, pero poco pueden hacer los defectuosos productos chinos y las conspiraciones vaticanas frente al tremendo poder de la voluntad humana, de modo que finalmente conseguimos nuestro objetivo. Si valió la pena o no, tampoco sabría decirlo. Nos divertimos un rato, que no es poco.
Mañana, de nuevo a volar, pero esta vez con los Ecureuilde siempre. El viernes ya tuvimos un primer vuelo para irse quitando de encima el jet-lag
Hay una plaza en mi pueblo, a la que en mis años mozos llamábamos El Tontódromo. Los domingos por la tarde acudían los lugareños a pasear con la novia, a ver y que les vieran, a pasar las horas mirando escaparates y comiendo pipas. La verdad es que cada pueblo tiene uno, y Dubai no podía ser menos. Aquí le llaman la JBR Walk, y la diferencia principal con la plaza de mi pueblo, reside en que aquí vienen a enseñar el coche.
Como estamos hablando de un nivel un poco serio, aquí no se ponen por poco, y los Ferraris y los Porsches son la nota dominante. Como el atasco es monumental, da tiempo de sobra para hacer el fantasma, y el espectáculo viene a ser como una mezcla del Rocío con el salón del Automóvil versión Premium. Hasta ahí todo normal, lo que ya sorprende un poco más, y sitúa el nivel del despropósito en cotas realmente interesantes, es cuando se presenta la policía
Y se presentan con un Lamborghini Aventador. Si señor, con un par. Nada de medias tintas, nada de quiero y no puedo. Aquí hay poderío y hay que lucirlo, y lo demás son cuentos. Lo que no tengo claro es qué pasa si te detienen, porque me da que el asiento trasero no da para mucho.
Acaba de publicarse el reportaje que hice para la revista Descobrir Catalunya sobre playas en invierno. Me hizo especial ilusión el encargo, ya que una de mis frustraciones siempre fue la de no ser un surfero californiano, pero graves condicionantes se interpusieron en mi camino. Lo de la furgoneta lo solucioné enseguida, pero obviando el problema evidente de haber nacido en el lugar equivocado, quedaba la cuestión del físico -todo es operable hoy día- y una insalvable aversión al agua fría. Me cuesta dios y ayuda meterme en el agua, y estamos hablando del Mediterráneo. Soy de los que se quedan remoloneando por la orilla durante horas sin decidirse, con los tobillos en remojo hasta que la quemadura es de tercer grado. Si consideramos que mi principal referente visual sobre el tema siempre fue Los Vigilantes de la playa, enseguida deducimos que mi relación con el mundo real tiene sus más y sus menos, de modo que me tocó ponerme al día.
El resultado, pues eso. Que esto no es California, pero es Badalona, que tampoco está mal. Eso sí, me hubieran ido bien las señoras aquellas de rojo, corriendo a cámara lenta, por aquello de que atrae la atención y eso. Otra vez será.