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Ya hemos acabado con el asunto de la playa y el videoclip y estamos de lleno con la cobertura de la campaña electoral del Barça. Este cambio de registro tan radical viene a representar muy a las claras que nuestro trabajo es diverso y disperso. Imaginar que una cámara va a resolver todas las situaciones es totalmente una fantasía. Cuando descubrimos que la Canon 5D podía hacer video con una calidad como la del cine todos nos pusimos muy contentos. Además, aparecieron montones de accesorios de los chinos que servirían o no, pero que te dejaban la cámara de lo más aparente, que parecía que fueses el Spielberg.
Luego resultó que la calidad no era exactamente la misma, descubrimos la profundidad de bits, las interioridades de los códecs, del interframe y del 4.2.2, y ya nada fue igual. Lo de monitorizar el sonido tenías que hacerlo en plan pirata con el Magic Lantern porque a los señores de Canon no les da la gana ponerlo en la cámara, aunque de todos modos, con una conexión minijack tampoco vamos a ninguna parte. Tuvimos que admitir que la ergonomía de la cámara podía ser indiferente cuando ruedas en plan señor, con trípodes y estabilizadores y follow focus, y tiempo, pero que en la vida real, las condiciones eran otras. En resumen, que la Canon no era la panacea que muchos habíamos pensado. Ahora hay montones de opciones, todas buenas, unas más caras que otras, grabadores Atomos, cacharrería diversa. El problema es que no podemos tenerlo todo, y ya hemos visto que la cámara multiusos polivalente navaja suiza no existe. La solución es sencilla: alquilar.
Para este nuevo trabajo estamos usando una cámara de video de las de toda la vida. De esas feas y sin glamour, pero que dan una calidad perfecta para lo que se espera: 20 segundos en los noticiarios, tienen autonomía de sobra, automatismos para aburrir y, en resumen, te sacan del apuro sin complicarte la vida. Ya pagué la novatada en su momento acudiendo a cubrir conferencias y ruedas de prensa con la 5D. Nunca más.
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