Después de publicado el trabajo hecho en Benasque, quedan -como siempre- fotografías huérfanas. Fotos que nadie quiere. Fotos descartadas. Rechazadas, marginadas, dejadas de lado.
Por verlo desde el lado trágico, que de vez en cuando a uno le da por ahí.
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Y esta que la colamos aprovechando que es agosto y nadie mira.
Acaba de salir publicado el reportaje que hice para Descobrir Catalunya sobre la Ribagorça, en el Pirineo. Como siempre, a la hora de escoger la portada ha habido diversidad de opciones, todas válidas, y opiniones para todos los gustos. Señal de que has hecho bien tu trabajo, aunque tratándose de la Vall de Boí la cosa no tiene mayor mérito.
Eso sí, cuando pienso que tuvimos que atrasar todo el asunto porque hacía demasiado frío y la cosa no daba sensación de veranito me salen suspiros de melancolía de aquellos profundos, intensos. Trabajar así da gusto.
Ya dijimos el otro día que hacer paisajes bonitos era sólo el 5% del trabajo. El resto consiste en lo que ahora llaman dotes de persuasión y asertividad emocional, pero que viene siendo la charlatanería de toda la vida. La gente piensa que la revista llama para concertar la cita y esas cosas. A lo mejor los que trabajan para National Geographic, o Vogue. A lo mejor. Para el resto de los mortales, el modus operandi puede variar, pero básicamente consiste en llegar al sitio, localizar la vícitima, mentirle diciendo que va a ser un minuto, marearla hasta conseguir que deje lo que está haciendo, se cambie de ropa por algo que te convenga, varíe la distribución de las mesas para hacer espacio al flash, salga fuera porque dentro la luz no es buena, reordene los geranios, le diga al repartidor de la lejía que aparte la furgoneta que molesta y, si puede ser y no es mucha molestia, prepare un plato de paella para sacarlo en la foto.
Si luego aguanta sin quejarse los tropecientos disparos y sales de allí sin notar miradas de odio en el cogote, es que ya eres todo un profesional. Eso, o que la gente es buena, así en general.
Se acaba de publicar el trabajo que hice este verano para Delta Airlines sobre el Camí de Ronda, un GR que lleva a través de la Costa Brava para excursionistas con bríos y empuje. Muy a menudo me encuentro con gente que se imagina que un reportaje consiste en fotos bonitas de paisajes. Error. Las fotos bonitas, como la que acompaño, rara vez se publican. Al menos no en este tipo de revistas. Por supuesto que salen paisajes, pero siempre cumpliendo los designios del editor gráfico, que en esta ocasión eran:
Que salga un excursionista, a poder ser de mediana edad, con mochila. Que se note que va a caminar.
Que se vean pinos, mediterráneo y eso.
Que salga el mar, evidentemente, pero en el lado derecho de la página, por aquello de la compaginación.
Sol y buen tiempo, no hace falta ni decirlo. Nada de horas azules, un calor del carajo y servidor odia la playa.
Esto por lo que respecta al paisaje. Los elementos realmente imprescindibles son los bodegones de comida y los retratos, de los que ya hablamos hace unos días. Ahí la cosa se complica, por aquello de convencer al personal de que dejen lo que están haciendo y posen para la foto. Las cualidades necesarias exceden con mucho al simple conocimiento de las interioridades de la cámara y son una mezcla de vendedor de aspiradoras y Testigo de Jehová. La cosa tiene su tela, de modo que mejor lo dejamos para el siguiente post.
No me gusta el calor, no me gustan las aglomeraciones, por lo tanto, no me gusta la playa. Sin embargo, el deber es el deber. Ando estos días trabajando en un encargo de Delta Airlines sobre la Costa Brava. Con calor, con gente, con playa. Y haciendo retratos Aqui-te-pillo-Aquí-te-mato como éste. O sea, un sólo flash con un paraguas para suavizar el pelotazo brutal de sol con el que el puñetero clima mediterráneo tiene a bien bendecirnos durante el verano. Y andando, a sudar a otra parte.
Como no todo van a ser tribulaciones en este valle de lágrimas, hubo que darle salida a la paella, que a mí me enseñaron que está feo eso de tirar la comida. La verdad, hay trabajos peores, para qué nos vamos a engañar.
Hoy El Periódico dedica un par de páginas a hablar del proyecto ToiletPlanet, en papel del de toda la vida, que hasta ahora nos habíamos movido siempre en el terrno de lo virtual e intangible. Una novedad bienvenida. Yo he venido aquí a hablar de mi libro, como decía aquél. Un clásico que vale la pena repescar:
Acaba de salir publicado el reportaje que hice para Descobrir Catalunya en el Puerto de Barcelona. Fue un trabajo especialmente divertido, porque a mí estas cosas industriales me gustan, y además me dio oportunidad de probar entornos diferentes.
Pese a estar en posesión de múltiples y variopintos permisos, el trabajo puso a prueba mis conocidas dotes de persuasión y mi bíblica paciencia hasta extremos un tanto fatigosos, a decir verdad.
Pues eso, que corran a su quiosco habitual antes de que se agoten!
Aprovechando que el maestro Rafel López-Munné estaba haciendo un reportaje para Descobrir Catalunya, y por tanto tenía la venia de las autoridades competentes para acceder a la Catedral de Tarragona, decidimos meter el Phantom y ver qué tal se comportaba
La cosa tuvo sus altibajos, nunca mejor dicho. El primer intento se saldó con un rotundo fracaso debido al extraño comportamiento errático del GPS y la avería de un motor. Todo muy sospechoso, pero poco pueden hacer los defectuosos productos chinos y las conspiraciones vaticanas frente al tremendo poder de la voluntad humana, de modo que finalmente conseguimos nuestro objetivo. Si valió la pena o no, tampoco sabría decirlo. Nos divertimos un rato, que no es poco.
Mañana, de nuevo a volar, pero esta vez con los Ecureuilde siempre. El viernes ya tuvimos un primer vuelo para irse quitando de encima el jet-lag
El viaje a Marruecos ha sido bastante más accidentado de lo habitual en estos casos, que ya es decir mucho. Que te avisen a las siete de la tarde de que tienes que salir al día siguiente a primera hora crea una situación de estrés de nivel ocho de consecuencias previsibles: siempre se olvida algo. Pam. En este caso fue el segundo cuerpo de cámara que SIEMPRE hay que llevar por si las moscas. El señor Murphy nunca descansa, de modo que aprovechó para hacer fallar la 5DMKII en Tánger, justo cuando faltaban 50 minutos para la cita con el cliente. De repente la cámara estaba frita, muerta, kaput.
Me río yo de esas películas en que un tío tiene 24 horas para encontrar una cabeza nuclear, ya saben, cable rojo, cable azul, bla bla bla. El relato de cómo salí corriendo por los bazares de la medina de Tánger buscando una cámara a contrarreloj es una auténtico festival que provoca gran jolgorio y alborozo en las cenas con amigos y reuniones familiares. Tiene de todo: emoción, suspense, y mucha acción. La escena cumbre es cuando le digo al fulano que me quedo con la Canon llena de polvo del escaparate sin regatear.
Que vale pero que no tiene Visa. Pam. Busca un cajero. Me reservo los detalles más jugosos para el día que publique mis memorias.. Eso sí, no se lo recomiendo a nadie, no prueben esto en sus casas. Cosas así te curten dicen. Lo que pasa es que de tanto curtirte acabas pareciendo un cocodrilo. cuando me muera podrán hacer bolsos de Loewe. Bolsos de piel de fotógrafo. Una vía de negocio a estudiar.
La moraleja y la enseñanza son fáciles de adivinar: Las cámaras digitales son volubles y traicioneras y conviene no fiarse. Eso lo sé yo, lo saben ustedes, lo sabe todo el mundo. Aunque a algunos a veces se nos olvidan las cosas más elementales. Eso demuestra que, en el fondo, los fotógrafos también somos personas humanas. De loe errores se aprende, dicen. Dos cosas me sugiere a mí la frase de los cojones: Una, que si fuera verdad a mí me habría explotado la cabeza de tanta sabiduría concentrada, tendría el cerebro como una estrella de neutrones. Otra, que si cada vez que aprendo algo me tiene que costar dinero, la cosa empieza a perder su gracia. Estoy seguro que hay por ahí gente que lo aprende igual.
Y gratis.
Acaba de publicarse el reportaje que hice para la revista Descobrir Catalunya sobre playas en invierno. Me hizo especial ilusión el encargo, ya que una de mis frustraciones siempre fue la de no ser un surfero californiano, pero graves condicionantes se interpusieron en mi camino. Lo de la furgoneta lo solucioné enseguida, pero obviando el problema evidente de haber nacido en el lugar equivocado, quedaba la cuestión del físico -todo es operable hoy día- y una insalvable aversión al agua fría. Me cuesta dios y ayuda meterme en el agua, y estamos hablando del Mediterráneo. Soy de los que se quedan remoloneando por la orilla durante horas sin decidirse, con los tobillos en remojo hasta que la quemadura es de tercer grado. Si consideramos que mi principal referente visual sobre el tema siempre fue Los Vigilantes de la playa, enseguida deducimos que mi relación con el mundo real tiene sus más y sus menos, de modo que me tocó ponerme al día.
El resultado, pues eso. Que esto no es California, pero es Badalona, que tampoco está mal. Eso sí, me hubieran ido bien las señoras aquellas de rojo, corriendo a cámara lenta, por aquello de que atrae la atención y eso. Otra vez será.