Fotografía y conciliación familiar
La gente anda estos días un tanto revolucionada con la última foto curiosa del momento. La fotógrafa Melissa Wardlow haciendo unas fotos mientras carretea un niño a la espalda e intenta meterle el biberón por el cogote a otro.
No voy a entrar aquí a discutir los méritos o deméritos de la señora. En cualquier caso, no tengo nada claro lo de hacer fotos mientras paseas a los críos, en una pausa entre biberones. Y me refiero a hacer fotos en serio, con plazos de entrega y editores presionando, todas esas cosas que hacen tan interesante el oficio. Hace un montón de tiempo pasé unos años dedicado a la fotografía deportiva, entiéndase fútbol, entiéndase Barça. Hacía las fotos desde el césped, pero sin niños ni nada. A lo mejor es que no estaba tan en forma como la señora Wardlow, pero el caso es que acababa los partidos más tenso que la mujer de la limpieza en ARCO, y más cansado que los propios jugadores. Que tampoco tiene mucho mérito si consideramos que era la época Van Gaal.
No me imagino aguantando el 300/2.8 de Nikon con una mano y un biberón con la otra, pero claro, mi imaginación siempre ha sido escasa, y posiblemente padezco limitaciones inherentes al hecho de pertenecer al género masculino. Ya se sabe, no podemos hacer dos cosas al mismo tiempo y todo eso. Lo más parecido –másculinamente hablando- es lo del Hombre Orquesta, una especie de bufonada grotesca sin mayor trascendencia que tampoco viene al caso.
La parte positiva: De vez en cuando te llevabas un pelotazo, por lo que llevar al enano colgando como protección podría ser una buena idea, aunque tampoco creo que compense la molestia.
De todos modos, lo que más me fascina es lo de la excitación general con la dichosa foto, sin tener en cuenta que eso de las fotos de señoras haciendo dos cosas ya viene de antiguo. A mí particularmente me gusta mucho más esta otra imagen:
Se trata de Lucy Morgan, ganadora del Premio Pulitzer en 1985. Uina periodista de las que ya no quedan, aguzando su mirada de reportera implacable, con las gafas en el moño, un telefonaco del pleistoceno y una cámara de las de cintas gordas. Eso sí que tiene mérito, aunque en su caso la foto ni fue viral ni nada. Cosas de que no existiera ni el facebook ni el twitter ni hubiera tanta tontería. O tempora, o mores.