Retratos de líderes del mundo mundial: Michel Temer

El antes y el después de la cosa
Cuentan que el día que Michel Temer tomó posesión como presidente del Brasil, se sentó en la silla, abrió todos los cajones, preguntó por el maletín con los códigos nucleares (no había) y puso en orden todos los bolígrafos en la mesa, de más gordo a menos. Acto seguido, suspiró satisfecho y se dispuso a afrontar las responsabilidades del cargo mirando por la ventana con aire abstraído. Bien poco duró su dicha. Tras los cinco minutos de cortesía obligados, presentóse un correveidile a comunicarle la primera de sus obligaciones: debía hacerse la foto oficial. La foto que iba a colgarse en la wikipedia, en las oficinas de correos y en los ministerios de todo el país, poca broma. Abrumado, el recién investido presidente tuvo su primer ataque de angustia: ¿Una foto? ¡Habrá que ir a un estudio, habrá que suspender reuniones, nombrar alguna subcomisión!. Aparte de eso, los fotógrafos son chacales sin escrúpulos, que exigen cantidades colosales de dinero, tenemos mucha corrupción pendiente todavía, no es plan empezar regalando fortunas al primer mascachapas que se presente.
Por suerte, su ayudante lo tranquilizó enseguida. No haría falta ir a ninguna parte ni gastar dinero. Eso era antes. Ahora cualquiera podía hacer la foto allí mismo, con el móvil si hacía falta, y un cuñado del conserje le haría un apaño con el Photoshop.
Dicho y hecho, en cinco minutos se había solucionado la crisis y el presidente podía dedicar toda su atención a lo que sea que hagan los presidentes cuando no tienen fotos pendientes.
Lo que no podían imaginar era que la foto generaría una ingente cantidad de burlas y cuchufletas, cosas de comunistas, ya se sabe. En vista de las dimensiones del escándalo, hubo de salir al paso el vocero oficial del gobierno diciendo que había sido un malentendido, que la foto no era la definitiva, que ahora venía la buena y sus vais a enterar.
Es en las grandes crisis donde se demuestra de qué pasta están hechos los grandes líderes. Con gesto sereno, el presidente coge el bolígrafo más gordo de su despacho y se dispone a firmar sus primeras Órdenes Ejecutivas: un decreto ley por el que se anula la construcción del Tren de Alta Velocidad Transamazónico a fín de destinar una partida presupuestaria extraordinaria con la que contratar a un fotógrafo profesional que arregle el entuerto.
El sujeto afirmó luego que, con los dedos entumecidos de tanto contar billetes, poco podía hacer para arreglar aquella desgracia. Disimular un poco la atrocidad de recorte que habían cometido con el pelo, clonar alguna nube, darle niveles y poco más. La foto, como puede verse, tenía pocas posibilidades de arreglo. La única solución era hacer una nueva foto en condiciones, pero tal cosa hubiera sido reconocer la cagada, y hasta ahí podíamos llegar.
Que una vez arreglada, la cosa tampoco está tan mal, de modo que a colgarla y punto. Que hay mucho listillo suelto y tampoco está la cosa por aquí como para reinos mucho en lo que a fotos de líderes mundiales se refiere.