Hartos de que les acusen de que no saben hacer sensores, los señores de Canon se están planteando cambiar el enfoque de sus negocios. La fabricación de ropa de cama y complementos para el hogar parece un terreno más propicio ahora que el negocio de las cámaras va a la baja.
Hace algún tiempo que hice una serie de fotos en la simpática entrada del Oratorio de Sant’Anna, en Valposchiavo. La cosa es lo que se llama un Memento Mori, un recordatorio de que eres mortal, y que algún día tu cabeza estará en esa estantería. Viene al caso porque la foto la hice con mi entonces nueva y flamante Canon 5D MKII, convencido de que no había un mañana, y que los días de vino y rosas iban a ser para siempre.
Pues no. Hace unos días la cámara, que ya tenía un trote bastante considerable, dijo basta. Se jodió el espejo, pero igual podía haber sido el obturador, o la tapa del delco. Tras las pertinentes consultas, la opción más viable es no intentar la reanimación, demasiados problemas, se opta por la eutanasia pasiva. Sanyonara, Canon.
El caso es que ya hace tiempo que la cámara estaba relegada a tareas menores. En su momento se pensaba que una réflex servía para todo, y así es, si aceptamos que hay cámaras con más resolución, otras más ligeras, otras con mejor calidad de vídeo. Dejar la Canon es posible, pero no sale barato. Según el nuevo esquema, para los trabajos de fotografía delicados, nada como la Pentax 645Z, para viajar, algo ligerito: la Sony a6000 y para vídeo, la nueva cámara-milagro: la Panasonic GH5. La Canon lo hacía todo razonablemente bien, aunque era peor que cada una de las otras por separado en su especialidad. Eso sí, tenías una cámara en lugar de tres, lo cual no es poca cosa, pero vivimos tiempos convulsos y no es cuestión de quedarse atrás en lo que a equipo se refiere.
El caso es que yo estaba planeando dejarla poco a poco, sin que se notara, de manera un tanto traicionera, incluso, y ha resultado que ella me ha dejado a mi. En fín, como se dice en mi pueblo, pulvis eris et in pulvieris reverteris.
Después de ocho largos años de servicio, la Canon MKII ha recibido oficialmente el título de Venerable Cámara y clama a gritos por el retiro. Hay que decir que últimamente ya salía poco de casa. De los trabajos más delicados ya se encarga hace tiempo la Pentax 645Z, y cuando hay que ir ligerito la Sony A6000 funciona de maravilla. Quedaba el tema del video, cada vez más presente y necesario, de modo que empecé a dudar entre la Sony A7SII y la Panasonic GH4.
Lo mío es dudar, sin duda, pero si de algo no dudaba era que con Canon la historia se había acabado. Eramos ya como esos matrimonios que siguen unidos por la hipoteca, en mi caso un capazo lleno de lentes, disparadores, baterías, accesorios varios. Esos accesorios que provocan en muchos fotógrafos algo parecidso al Síndrome de Estocolmo. Ya dije en una ocasión que no somos fans de una marca, ni siquiera usuarios, somos simples rehenes.
En este caso he tenido suerte. Cuando más dubitativo estaba, aparece el anuncio de la inminente salida de la Panasonic GH5. Apártense todos. Palabras mayores. No voy a explayarme aquí con sus bondades, quien quiera y se interese puede consultar por aquí. Lo único que me interesa ahora es que no estará disponible hasta marzo, y no sé cómo vamos a aguantar este sinvivir. Muestreo de 422 interno, 10 bits de color, 180 fotogramas por segundo, vectroscopio, entradas de sonido XLR… mucho me da que todas las ópticas de Canon del mundo no son suficientes para impedir un proceso de compra que hubiera sido mucho más compulsiva si de mi dependiera.
Por cierto, se vende Canon. Con algunas señales de uso.
No soy muy de hacer análisis ni de contar píxeles ni eso, pero no he podido resistir la tentación de probar qué tal da la Pentax K-1 comparada con la sufrida Canon Mark II de toda la vida. Comparativas mucho más solventes hay por ahí, pero yo prefiero probar con situaciones un poco más reales, lo que te encuentras en el duro quehacer del día a día. Para empezar, una situación difícil: contraluz oscuro, que lo subexponemos un par de pasos para tener detalle en el exterior. Luego tiramos las sombras para arriba a lo bruto, y a ver qué tal lo ha hecho el sensor, tan listo él.
Una vez revelado con Lightroom intentando compensar al máximo el contraste, la cosa queda de la siguiente manera. A la izquierda, Canon, a la derecha, Pentax. Si pinchais en la foto la podeis ver en grande, los que seais puntillosos.
Aparentemente, no hay mucho cambio, pero la cantidad de detalle del exterior recuperado, el detalle en la verja, el reflejo en la mesa…
Vamos a verlo de cerca.
Aquí hemos intentado eliminar la aberración con Lightroom, pero hay cosas que ni con agua milagrosa. Vemos ahora un detalle del ruido en las sombras. Redordemos que las hemos levantado dos pasos de diafragma:
En las zonas más iluminadas la cosa no funciona demasiado mejor.
Ya he dicho que no soy de contar píxeles, pero el ruido y la diferencia de definición son más que notables. Eso sí, hay un poco de trampa. La Canon tiene ya ocho años, y la Pentax es de antes de ayer. Lo que pasa es que es lo que tengo, y habrá que conformarse. La resolución no es la misma, obvio. La lente también influye. En el caso de Pentax he usado el 35 mm. Sigma 1.4, una maravilla, y en el de Canon la lente es un 24-105 que hasta ahora pasaba por ser una óptica respetable. qué tiempos extraños vivimos, en que nada es para siempre
Aparte de la calidad de imagen, hay un montíón de cosas novedosas que quiero probar, y sobre todo ver qué tal se comporta en el día a día, de modo que voy a seguir haciendo pruebas, pero la primera ya ha sido más que suficiente para que me empiece a plantear que ya va siendo hora de la jubilación, y no hablo de la mía. Más quisiera.
Después de analizados los resultados del viaje a Myanmar puedo confirmar que el experimento ha sido un éxito. El asunto consistía en viajar sin la Canon, y en lugar del habitual montón de chatarra, llevar la Sony a6000 por todo equipaje. Una camarita que cabe en un bolsillo o, si eres un poco hortera, como es mi caso, en una mariconera / riñonera junto al tabaco y el pasaporte.
Del descanso que supone ir ligero de equipaje no hace falta ni hablar. En algún momento me he cruzado con gentes sudorosas que cargaban monstruosos teleobjetivos grandes como el zapato de Miliki. Allá cada cual. Pero a mí va a costar convencerme de nuevo para cargar con según qué equipos para ir de viaje.
No voy a entrar en tecnicismos sobre el sensor, o el rango dinámico, o el sursum corda. Ya hay millones de páginas por ahí que se dedican y cada cual puede sacar sus conclusiones. Dicho esto, y considerando que el trabajo más delicado ya está cubierto por la Pentax 645Z, a la réflex de toda la vida le va quedando poco espacio.
Y por cierto, los señores de Canon/Nikon ya pueden empezar a hacérselo mirar.
Mi relación con los talleres de reparación ha sido mucho más intensa de lo que yo hubiera deseado. Mis tribulaciones como usuario/víctima de Canon no tienen cuento. He sido víctima del Error 99, del Error 01 y de muchas otras iniquidades, aunque la última fue un Error Usuario, esta sí totalmente mía. Tanto roce, evidentemente, genera cariño. En el taller te conocen por tu nombre, y con el tiempo se establece una relación basada en la confianza. Pero la confianza da asco, dicen, y la relación acaba siendo un poco la de los matrimonios de muchos años. No es que pase nada, todo correcto, pero ya no es la ilusión de antes. Te empieza a picar el gusanillo ese de probar otras opciones, de picotear un poco por ahí. Nada serio, de verdad, sólo por pasar el rato.
De modo que, cuando en mi taller de toda la vida me dijeron que la Canon estaba para el desguace, me quedé un poco mosqueado. A lo mejor fue por la falta de delicadeza, estas cosas hay que comunicarlas con tiento. A lo mejor hubiera estado bien algún gesto de solidaridad, unas palabras de aliento. Nada de eso. Una franqueza no deseada, una cierta brutalidad, cuando más necesitados estamos de afecto y comprensión.
Nada más llegar a casa, cogí el teléfono y no sin sentirme vagamente culpable, llamé a Labrelec, un taller del que me habían dado excelentes referencias.
A los pocos días, la cámara está arreglada. Sin problemas. A un precio totalmente correcto. La comunicación, excelente.
Ahora tengo mis dudas, claro. Un rencor sordo hacia mi antiguo taller hace que afloren agravios que creía olvidados. Pequeñas inconveniencias se convierten ahora en insultos imperdonables. Aquel local que antes veías vintage, ahora te parece simplemente cutre. Ya nada volverá a ser como antes.
El nuevo objetivo Pentax HD DA645 28-45 mm f/4.5 ED AW SR es un aparato grande. No llega al tamaño de una hormigonera, pero he visto tambores de lavadora más pequeños, la verdad. Compararlo con el Canon 24-105, tan portátil y discreto él, es una injusticia. Pero resulta que éso es lo que tengo a mano, y ése es el que va a sustituir, de modo que adelante y sin rencores. No es nada personal.
Esta es una comparativa patillera, pero para mantener los amantes de la estadística, digamos que las dos fotos se han hecho a ISO 100 y f/11. De entrada un poco de viñeteo que el perfil de Lightroom no ha llegado a corregir en el caso de Canon. Por lo demás, estupendo todo, a esta distancia todos los gatos son pardos. Vamos a acercarnos un poco. A partir de ahora, la imagen de arriba es la del objetivo Pentax, la de abajo el Canon.
Aberraciones cromáticas en la esquina en los dos casos, aunque mucho menos aparentes en el Pentax. Fácilmente solventables con Lightroom, en todo caso. Lo que ya no veo tan claro es el ruido en el cielo. De dónde ha salido? No pasa nada, sigamos adelante.
La cosa empeora si nos fijamos en el detalle. La grieta en la pared nos sirve de referencia. Esto son las esquinas, ya se sabe. Aquí es donde sufre un zoom gran angular Vamos a ver otras partes de la imagen.
Por el centro tampoco vamos bien. El detalle de la barandilla se convierte en un borrón y los ladrillos se difuminan. Vamos a ver qué tal sacamos detalle en las sombras.
Aquí también influye la cámara, como ya vimos en otra comparativa, pero es evidente que la cosa está bastante desigualada. Ya dije que la comparación es injusta, y no habría que sacar la conclusión precipitada de que un objetivo es mucho mejor que el otro. Bueno, sí, de hecho esa es la conclusión inevitable, pero para poner las cosas en su sitio digamos que el Pentax cuesta cinco veces más, pesa el doble y abulta el triple. O sea, que cada cual decidirá sus razones para usar uno u otro. Razones de peso, literalmente.
No soy muy de hacer comparativas de estas, pero me acabo de fundir unos ahorros que tenía reservados para dar la entrada de un Masseratti, y más que nada por tranquilizarme yo mismo. Que sí, que seguro que va mejor, que ya verás que vale la pena. Que tenga un montón más de pixeles no es el tema, a mí me da igual, aunque se agradecen, claro. Lo que quería ver era otra cosa, y por eso hago una foto un poquito cabrona con las dos cámaras, intentando conseguir con Lightroom el máximo de calidad y detalle en el mínimo tiempo posible. Lo que se conoce como condiciones estándar de trabajo. Esta es la foto original. A la izquierda Canon, a la derecha, Pentax. Dadle un clic para ver las fotos en grande.
De entrada la cosa pinta bien. El nivel de detalle que se consigue en las altas luces es bastante diferente por decirlo de alguna manera.
Seguramente habéis visto por ahí análisis y comparativas más trabajadas. Incluso cosas muy sorprendentes que yo no pienso probar. Qué le vamos a hacer, es lo que hay. No soy de meterme a contar píxeles y esas cosas. Ya hemos dicho que una cámara tiene más del doble que la otra, y no hace falta ni comparar. Otra cosa diferente es el trato del color o el rango dinámico. Eso sí tiene incidencia directa en la calidad final.
Para ver qué pasa con las sombras les aplico un poco de niveles a las dos para subirlas un poco y sacar detalles. Con la Canon empezamos a tener ruido mientras Pentax conserva el detalle bastante limpiio.
Lo que decíamos de las altas luces. Aquí hemos perdido el detalle, la textura i el color del suelo. La rueda de la mesda Stronjlom de IKEA aparece como roída por la lepra.
Las primeras impresiones con la cámara no son buenas. Son espectaculares. Ya tengo mi nueva cámara favorita. La voy a ir probando a fondo próximamente y a ver qué tal. De entrada me la llevo a Formentera a ver cómo se defiende con el retrato. Por si alguien lo pregunta, no recibo prebendas ni regalías de ningún tipo por parte de ninguna marca. Este es un blog humilde y discreto que no despierta las ambiciones publicitarias de nadie. Aunque tampoco negaré que soy una persona con criterios flexibles y estoy abierto a chanchullos y corruptelas de todo tipo. A estas alturas tampoco nos vamos a poner aquí en plan estupendo.
Los de Leica son unos genios. El último invento es sencillamente brillante: Una cámara sin pantalla:
Lo de mirar la pantallita es ya como muy mainstream, o sea que zas. Fuera. La clave del invento es que el cacharro cueste 10.000 euros. O sea, que tiene que ser la leche.
Ahora ya sabes porqué las fotos no te acababan de quedar bien. Es obvio. Mirando la pantallita pierdes el hilo del discurso, o sea, que en nuestra vocación de servicio público, hemos desarrollado un tutorial para que puedas adaptar tu Canon mierder a las exigencias del mundo moderno. Se trata de aprovechar las etiquetas de los plátanos, esas que nunca sabes que hacer con ellas. El resultado viene a ser más o menos esto:
Funcional y elegante. Y si un día decides que lo de trabajar a ciegas afecta a tu rendimiento como fotógrafo hasta límites alarmantes, puedes hacer dos cosas: quitar las estiquetas o dejarlo correr y dedicarte a otra cosa.
Al menos ya sabrás que no vale la pena gastarte la pasta que vale la Leica, y todo eso que te ahorras.
Ya está en marcha el monumento que merecemos los usuarios de Canon
Ayer volví a llamar a Canon para quejarme por alguna nueva infamia, no recuerdo cuál, y hemos quedado en que -finalmente- me van a hacer un monumento en desagravio a las múltiples putadas con las que sus productos han tenido a bien amenizar mis jornadas laborales. Hablo de la avería de la 5D, del timo de 24-105, del flash que no funciona, de mi relación cada vez más intensa con los talleres de reparación.
Monumento a la trucha de río. Si hay voluntad, se le puede hacer un monumento a cualquier cosa
La operadora que atiende regularmente mis quejas y lamentos, me sugirió situar el monumento en la Diagonal de Barcelona, en el cruce con Paseo de Gracia. Ella misma, me informó, se iba a encargar personalmente de hacer que retirasen el caduco e inservible monolito actual sin tardanza. Incluso me sugirió la idea de cambiar la frecuencia de los semáforos para que todos los conductores tuviesen tiempo suficiente de contemplar el nuevo monumento a placer.
Nunca antes había tenido la ocasión de disfrutar de un centro de atención al cliente tan servicial, de modo que me lancé a exponerle mi idea : Un grupo escultórico en bronce, con figuras de cuatro metros de altura representando el Consejo de Administración de Canon en el momento en que sus miembros se introducen sus deficientes productos por el recto como acto de desagravio. A mí me parece una imagen potente, innovadora, tal vez un poco atrevida, pero sugerente y transgresora a partes iguales. Cuando le expuse a la operadora la idea le vino un repentino ataque de tos que provocó extraños sonidos en el teléfono.
Sùbitamente se oyeron muchas más voces por el teléfono (al parecer habían activado alguna especie de manos libres) mientras la operadora me pedía que le detallase todos los pormenores de la propuesta. Me costó concentrarme por los alaridos incongruentes que me llegaban a través del auricular. Parecían incluso algún tipo de risas, pero la operadora me tranquilizó diciendo que se había colado una zarigüeya en la oficina y le estaban dando caza.
Tanta manía de los ecologistas con los bichos tenía que acabar forzosamente en algo así. Animales salvajes interrumpiendo el trabajo en una oficina, porque a juzgar por los sonidos, era evidente que el trabajo se había interrumpido. Ahora la operadora hablaba de manera entrecortada, al parecer porque se había atragantado con una galleta, según me dijo. Yo a todo esto, continuaba con mi exposición de la ceremonia inaugural. Mi propuesta de que los ingenieros encargados del diseño del 24-105 se hicieran el harakiri en la Diagonal fue recibida con grandes aplausos y alaridos feroces. No esperaba yo esta reacción, sino más bien algún tipo de cobarde evasiva ante mi propuesta, por lo que me mostré debidamente extrañado. Al parecer los aplausos se debían a que el encargado de mantenimiento había por fín dado caza a la zarigüeya.
Animado por tanta receptividad, me atreví a proponer una performance con los directivos de la compañía nipona vestidos de nazarenos azotándose la espalda o una lucha de barro con karaoke final, a escoger. El sonido que me llegaba a través del auricular me recordó la vez que metimos al gato en la secadora. La operadora me explicó de manera entrecortada que había caído un meteorito en las oficinas, y que de ahí la barahúnda de golpes y alaridos. Que le enviase la propuesta por escrito, o mejor aún, que les grabase un video para colgarlo en el youtube.
Han pasado los días y sigo sin recibir respuesta. A lo mejor es que lo del meteorito fue más serio de lo que pensaba. A lo mejor debería volver a llamar, porque no dejo de darle vueltas a lo del monumento y pienso que los usuarios de Canon nos lo merecemos. Es lo mínimo.