
Acaba de publicarse el reportaje que hice para la revista Descobrir Catalunya sobre playas en invierno. Me hizo especial ilusión el encargo, ya que una de mis frustraciones siempre fue la de no ser un surfero californiano, pero graves condicionantes se interpusieron en mi camino. Lo de la furgoneta lo solucioné enseguida, pero obviando el problema evidente de haber nacido en el lugar equivocado, quedaba la cuestión del físico -todo es operable hoy día- y una insalvable aversión al agua fría. Me cuesta dios y ayuda meterme en el agua, y estamos hablando del Mediterráneo. Soy de los que se quedan remoloneando por la orilla durante horas sin decidirse, con los tobillos en remojo hasta que la quemadura es de tercer grado. Si consideramos que mi principal referente visual sobre el tema siempre fue Los Vigilantes de la playa, enseguida deducimos que mi relación con el mundo real tiene sus más y sus menos, de modo que me tocó ponerme al día.
El resultado, pues eso. Que esto no es California, pero es Badalona, que tampoco está mal. Eso sí, me hubieran ido bien las señoras aquellas de rojo, corriendo a cámara lenta, por aquello de que atrae la atención y eso. Otra vez será.