La tendencia a construir cámaras de manera irracional y demasiado tiempo libre no es buena combinación. En estos meses me he dedicado a hacer limpieza, como todos, pero en lugar de tirar las cosas, como debería ser, me da por hacer cámaras de reciclaje. El primero de estos despropósitos ha sido una maleta Pelicase que contenía un respaldo Phase One que pasó a mejor vida hace tiempo. Un trasto potente y resistente (la maleta, quiero decir, el respaldo tenía sus más y sus menos)
Después de hacerle los apaños correspondientes, resulta un formato de negativo de 20x40cm. Muchos más megapíxeles que el Phase One y más barato. Lo malo es que las hojas de película que confiaba usar se mostraron intratables, por aquello de llevar caducadas 20 años, (un clásico) y tuve que pasar al plan B: hacer positivos directos en papel.
La primera prueba no estuvo mal, dejando aparte el viñeteado. Lo malo es que -como siempre- usé papel MUY caducado. Cuando se acabó y compré papel nuevo se acabó la fiesta. Hasta hoy no he sido capaz de reproducir los resultados originales. Es lo que tiene el analógico. Magia, lo llaman.
Hace tiempo compré una cámara Topcon Horseman 985, más que nada por el capricho, y porque me gustaba el aparato. Una maravilla de la ingeniería japonesa, que no he usado apenas. El formato 6×9 no me acaba de convencer, tenía ganas de algo más panorámico, pero los precios que se piden por ahí no se justifican sólo con el postureo resultante. Había que encontrar una opción económica, y en su momento ya salió muy bien la reconversión de una Holga, de modo que decidí transformar la pobre Topcon en una panorámica 6×12. El resultado es esto que tenemos aquí:
Cámara con mochila.
Lo primero fue averiguar si el objetivo Super Topcor de 65 mm era capaz de dar un círculo de imagen suficiente. En las tablas de especificaciones de lentes de gran formato no aparece, lógico porque es una barbaridad. O sea que decidí hacer la prueba directamente. La vida real no engaña. Para ello hubo que diseñar y fabricar un adaptador para meterle un cristal de enfoque y ver qué tal nos daba la cosa. El adaptador también serviría luego para el respaldo.
el diseño en Blenderla pantalla de enfoque lista
Para el cristal esmerilado había que conseguir un cristal, que salió de un marco de fotos de Ikea que llevaba demasiado tiempo esperando a que lo colgaran. Ahora ya no hace falta y hemos matado dos pájaros de un tiro. El componente básico, el carburo de silicio, forma parte de las cosas que toda persona de bien debe tener en casa normalmente, o sea que no vale la pena insistir en ello. El resultado valió la pena, porque nos daba una imagen perfecta de lado a lado
Las dos líneas claras que se ven a los lados son el reflejo de las guías del chasis. Con un poco de pintura la cosa quedará solucionada. Para el chasis propiamente dicho, adapté un diseño preexistente con Blender, unas cuantas horas de impresora 3D y un montón de plástico. No es elegante, pero de momento parece que funciona.
Una vez todo encajado y en su sitio, uno se viene arriba, y te puede la codicia. ¿ Porqué no hacerlo de 6×17?, total, no hay más que adaptar las medidas. Y empiezas a deslizarte por una pendiente peligrosa, como un ludópata en Las Vegas, hasta que ves el primer producto de tu mente enferma:
Llegados a este punto, y antes de seguir imprimiendo a lo loco, se impone la cordura. Mejor vamos poco a poco y hacemos unas cuantas pruebas a ver qué tal se está comportando el invento. De entrada, la elegancia de la Topcon se ha ido al carajo, eso ya lo tenemos, pero hay que ver si el tinglado es práctico y, lo más importante, si la imagen resultante es buena.
La primera prueba, hecha de prisa y corriendo revela unas cuantas cosas.
La primera, que el objetivo cubre toda la imagen, pero es necesario tapar las guías metálicas. Eso ya lo sabía, pero sigue pendiente.
La segunda, que usar el chasis resulta un coñazo impresionante. Hay que asegurarse de que encajan todas las piezas correctamente, y cambiar el chasis por la pantalla de enfoque es una operación como mínimo delicada.
La última, que está por ver de la calidad de la imagen final. Si vamos a cargar con todos estos trastos y aguantar los sinsabores del analógico es porque la imagen resultante es fantástica. Si no, ya hacemos la foto con el telefonillo y acabamos antes. Lo más importante en un chasis tan grande es mantener la planaridad de la película respecto al objetivo, enfocar correctamente depende de fracciones de milímetro. Yo soy una persona abierta y tolerante, y estoy dispuesto a pasar por alto alguna pequeña desviación considerando que siempre tendré que disparar a f45, pero es que los errores son inasumibles. Tras mucho pelearme, la conclusión es que el plástico no es el material ideal para esto. Es demasiado flexible, y hubiera sido mejor utilizar metal, pero eso lo dejamos para más adelante. Ahora vamos a hacer las pruebas y veremos qué tal sale todo. De momento parece que todavía tenemos por delante unos cuantos días sin que suene el teléfono.
En tiempos de tribulación ordena tu archivo. Está escrito y es profecía, y en eso estamos todos. Escaneando negativos de los que estaban a la cola, hoy le ha tocado el turno a la foto Papamóvil abandonado en un descampado a la incierta luz del atardecer.
En su momento me hizo gracia, pero el contexto cambia y ahora le veo un aire de futuro distópico con predicadores ambulantes en coches tuneados, que me da un poco de mal rollo, aunque a lo mejor es que veo demasiadas películas, también podría ser.
El caso es que fue tomada con una estenopeica de la que ya hablamos en su momento, y que no era sino la segunda versión mejorada de un engendro que monté en plan de urgencia porque me iba de viaje y ya se sabe que lo mejor es hacer las cosas a última hora y con las prisas. Fruto de tanta improvisación y de trabajar con materiales de derribo surgió esta cosa. La cámara estaba totalmente exenta de elegancia, pero a pesar de su aparatosidad el aparato era manejable, portátil, y funcionaba razonablemente bien.
Traena, Nordland. Norway
El analógico es como el queso. No puedes consumir la foto justo recién hecha. Entre que vuelves a casa, revelas los carretes, los escaneas, ya pasa un montón de tiempo, y si encima tienes que trabajar la foto, ahí ya la cosa se dispara. En el caso del Papamóvil de arriba, tan sólo cinco meses, pero no siempre tenemos un confinamiento a mano. Prueba de ello, es la foto de la iglesia noruega
Cuando volví del viaje noté que me faltaban un par de carretes, pero asumí que los había perdido con la tranquilidad que da el hecho de que a nadie le va a importar una foto de más o de menos. El mundo seguirá girando y todo eso. Ya nos han dejado claro estos días que nuestro trabajo no es esencial.
Varios años más tarde, encontré los rollos en el fondo de una mochila. Ni el tiempo, ni el calor, ni el escáner del aeropuerto. Los negativos estaban perfectos. Ya hemos mencionado aquí y aquí que lo de la caducidad de la película es un cuento chino de las multinacionales farmacéuticas, el Pentágono y los Illuminatti para hacernos comprar película de manera innecesaria y así financiar al complejo militar industrial. Lo sé de buena tinta porque me lo enviaron por whatsapp, pero mejor no hablo más del tema no vaya a ser que tengamos algún disgusto.
Estamos todos como locos removiendo rincones y claro, van apareciendo cosas que tenías en el limbo de temas pendientes. En mi caso, miles de fotos de váteres, recuerdo de los tiempos en que podías moverte por el mundo sin más problema que una cierta culpabilidad -perfectamente sobrellevable- por aquello de cargarse el planeta y tal.
El aliviadero que ven se encuentra en el pintoresco emirato de Al Fujairah. Lugar encantador si obviamos los 40 grados a la sombra, detalle menor que no debería condicionar nuestro criterio y sobre el cual no vale la pena insistir. Por verle el lado positivo, poca gente y espacio para aparcar en abundancia
Como váter no tiene gran cosa, pero ya en su momento me llamó la atención el intrigante cartel de los cuatro señores del turbante. ¿Es propaganda electoral? ¿Publicidad de un despacho de abogados? ¿Era esa la mejor foto que tenían? ¿Está al lado del váter por alguna razón?
Muchas preguntas y pocas certezas, porque cuanto más sabemos, más conscientes somos de la vastedad de nuestra ignorancia. Einstein (dato sin contrastar) utilizó la geometría para demostrar que, a medida que expandimos el diámetro de nuestro conocimiento también lo hace la zona de sombras alrededor que delimita el campo de nuestra ignorancia. Esto fue lo que pensé en su momento, pero poco rato. Si te quedas un rato plantado al sol reflexionando sobre el tema puedes sentir cómo se te derriten partes del cerebro. No llega a ser desagradable pero es un poco inquietante.
Se acercan días de tribulación, en que los fotógrafos no podremos salir a la calle y acumular ganancias sin límite como viene siendo nuestra costumbre. Habrá quejicas que hablen de tensiones temporales de liquidez, y del flujo de tesorería y mierdas varias, pero por suerte los fotógrafos no tenemos esos problemas. Nuestro único problema es la falta de tiempo para hacer inventario y contar las riquezas que hemos ido acumulando durante el año. 15 días en casa deberían bastar, en principio.
Lo ideal sería disponer de una maquina de contar billetes, pero con todos los comercios cerrados, te va a ser difícil conseguir una, a pesar de ser un artículo de primera necesidad. Si te animas a contarlos a mano, has de saber que te expones a una tendinitis muy dolorosa y potencialmente incapacitante. Para hacer frente a este y otros problemas de los fotógrafos ha nacido Fotógrafos Autónomos Confinados Y Ultraenfurecidos(FAC-YU). La primera reivindicación de FAC-YU debe ser que las tendinitis en los dedos provocadas por contar billetes sea considerada enfermedad laboral.
Una vez conseguida esta primera reivindicación, se deberá afrontar sin tardanza los problemas de cervicales de muchos compañeros que han de mover ellos mismos los sacos de dinero debido al confinamiento del servicio doméstico. La vida del autónomo es dura, y hemos de dar ejemplo de unión y solidaridad al pueblo llano en estos tiempos de quebrantos y zozobra. Que a solidarios no nos gana nadie, y no sé quién decía el otro día por la tele que hay que estar unidos. Pues eso.
Si tienes que pasar unos días en casa por algún tema, puedes dedicarte a emburrecerte a base de porno y maratones de noticiarios, o aprovechar el tiempo para tirar adelante algún proyecto artístico. Si este es el caso, tenemos buenas y malas noticias. La buena, que con tu camarita digital y tu Photoshop pirata tienes todo lo que necesitas sin salir de casa. La mala, que todo el mundo sabe que eso no es artístico. Para que sea verdadero arte la cosa ha de ser analógica. Y aquí empiezan las malas noticias de verdad.
El analógico implica comprar carretes y llevarlos a revelar, y se supone que nos vamos a quedar en casa, de modo que toca rebuscar en el trastero a ver qué nos encontramos. En mi caso, he encontrado 20 rollos de diapositiva Fuji Provia 100F caducada en el año 2004. Una pasta si te paras a pensarlo.
Que porqué guardas película caducada durante 15 años es otro tema que ahora no vamos a tocar, el caso es que vamos a usar lo que tenemos. Una búsqueda rápida por internet y ya tenemos la fórmula para fabricar Rodinal en casa. Los ingredientes incluyen Sulfito Sódico Anhidro y Sosa Cáustica, que siempre conviene tener en casa por si acaso, y el más importante: Paracetamol.
Está claro que para el virus el Paracetamol no sirve, o sea que no pasa nada si lo usamos en nuestro experimento. Vamos a revelar película diapositiva color como si fuera negativo blanco y negro, con un mejunje a base de lejía y aspirinas machacadas, y encima súper caducadísima, de modo que para que no falte nada dispararemos con, otro engendro doméstico del que ya hablamos en su momento. Adelante, que el mundo es de los valientes.
En función de la situación de cada cual, tendrás que hacer las fotos desde la ventana. No te preocupes que así empezó Niepce y no le fue tan mal, pero en general todavía se puede salir a la calle procurando escoger lugares con poca gente, cosa bastante fácil ahora mismo. El resultado es la foto que encabeza el post, un poco inquietante, en plan Walking Dead, pero vistas las condiciones no está nada mal y hasta resulta adecuado.
Llevo unos días obsesionado con el proyecto de construir una cámara de 6×17. Analógica, evidentemente. Mis conocimientos no dan para hacer sensores, sean del tamaño que sean. Del porqué tengo esta idea en la cabeza ya hablaremos luego, que es un tema que no quiero dejar de lado, pero antes quiero compartir un par de fotografías
Afganistan en formato panorámico. Louie Palu
La foto pertenece a un reportaje sobre Afganistán realizado en formato panorámico hace unos años. Llegué a ella buscando ejemplos de uso de la Fuji G617, una maravilla que sigue costando un ojo de la cara a pesar de que no tiene fotómetro ni enfoque, y es grande, lenta, pesada e incómoda, aparte de analógica 100%. Al parecer, el señor Palu optó por una solución más sencilla, una cámara Noblex que es bastante más manejable, aunque el resultado no es el mismo, claro. La cámara deforma la imagen, apenas tiene controles, y en resumen es un churro de proporciones cósmicas. Lo sé porque tuve una. Hacía gracia porque se abría una puertecita que daba vueltas, pero ahí se acababan las virtudes del invento.
Afganistán en formato panorámico. Daniel Berehulak
Sigo buscando ejemplos de uso de la panorámica, y me encuentro con un fenomenal reportaje de Daniel Berehulak. Soy de los que leen las instrucciones cuando ya han montado mal el mueble, o sea que asumo (a saber porqué) que ha usado una Fuji G617. El formato panorámico ofrece una visión especial, dejando fuera lo accesorio y centrando la mirada en el centro de la imagen. Desde el punto de vista técnico es irreprochable y no tiene comparación con las fotos digitales. aunque, bien mirado, el tío este debe ser un fenómeno, porque conseguir eso con la Fuji tiene su mérito. Vuelta al principio y lo pone bien claro: las fotos están hechas con un iphone, con una app que imita el formato panorámico.
O sea, que el chasco es de los gordos. Un puto telefonillo impostor suplantando a una cámara mítica de 5 kilos. Una humillación en toda regla. Ahora saldrán los que dicen que para hacer un buen trabajo no importa qué cámara usas. Que si chutas con un telefonillo y luego las recortas es lo mismo y toda esa mierda de la creatividad y el sursum corda. Pues no es lo mismo. De ninguna manera.
Hacer fotos en 2020 ya es absurdo de por sí. O le ponemos un poco de misterio y de ritual o nos vamos todos al carajo. Y lo de la creatividad, que vengan los listillos esos y que me lo expliquen, que les voy a decir cuatro cosas. Hay que coger el toro por los cuernos, de modo que la solución es pillar la cámara más analógica, más grande y más primitiva que encuentres y se acabaron las penurias creativas. El problema, como dijimos al principio, es que la susodicha tiene mucha demanda y cuesta un dineral. Aquí es donde entra la parte de bricolaje que discutiremos en próximas entregas, que ahora la cosa ya se alarga demasiado.
Aviso spoiler: los fotógrafos profesionales ya sabéis cómo acaba. Avisados estáis.
Me hallaba hace unos días fotografiando una infraestructura de esas que cuestan una millonada, cuando se me acercó un individuo que pululaba por allí con unción de propietario. Informóme el citado individuo que pertenecía a la compañía que había realizado la cosa. Una compañía de esas que salen en la prensa y que cotiza en bolsa y factura cientos de millones y tal. Mejor dicho: la compañía le pertenecía a él. Era el presidente, the fucking boss, y no, no era mi cliente. En la cadena alimentaria global el citado señor se hallaba cómodamente sentado en la cúspide mientras la empresa que me había contratado peleaba por la supervivencia diaria bastantes escalones por debajo.
Tras explicarme muy por encima su agitada agenda, con proyectos por todo el mundo y sus problemas de artritis en los nudillos de tanto contar billetes, pasó al meollo del asunto. Le pedían a menudo un retrato para esas cosas de la prensa, y resulta ser que no tenía ninguna que sirviera a tales propósitos. Qué cosas. Debía ser cosa de la agenda apretada de los poderosos, porque fondos para financiar una sesión de fotos supongo que los tenía.
El caso es que un retrato allí resultaba ideal, mucho mejor que en el despacho, donde va a parar. Me sugirió incluso un par de localizaciones que quedarían perfectas. Tras constatar que del espinoso asunto monetario ni se hablaba ni se pensaba hablar, le prometí que le haría un par de fotos en plan casual, cuando no mirase, que siempre queda más auténtico. Si quería las fotos no tenía más que dirigirse al departamento de comunicación de la empresa que me había contratado.
Pareció un tanto decepcionado, pero me dio su tarjeta de todos modos, por si tenía un momento y le quería enviar las fotos sin pasar por tan enojosos trámites. Un pedazo de tarjeta, todo hay que decirlo, con papel del bueno. Supongo que se encontró un día a un impresor en la cola del súper y le pidió que se las hiciera por la patilla. Porque así es como hacen su fortuna los millonarios, y no regalando el dinero por cosas que se pueden obtener gratis. Como las fotos.
Una boda sin fotos no es una boda, lo sabe todo el mundo. En Japón no van a ser menos, y utilizan el conocido método de la foto-inventario sistema modular.
El sistema, avalado por la tradición, consiste en fotografiar a los asistentes en todas las combinaciones posibles: padres de la novia con hermanos, sin hermanos, sólo padres, sólo hermanos, amigos de uno, de la otra, con hermanos, con padres, con tíos, sin suegros, y así hasta el infinito o la hora de la comida, lo que ocurra primero. Para establecer el algoritmo idóneo hay gente que emplea el álgebra lineal, mientras que otros utilizan una complicada ecuación diferencial en derivadas parciales. Es cuestión de gustos
Un sistema más acorde con los tiempos sería fotografiar a todos los asistentes -y a los no-asistentes, ya puestos- contra un fondo verde y luego ya vamos montando los grupos en base a los gustos y preferencias de cada cual. El resultado sería previsiblemente horrendo, y la posibilidad de mezclar cabezas de bodas ajenas muy grande, por lo que se entiende la resistencia a modificar métodos que llevan años proporcionando imágenes uniformemente mediocres, pero fiables, que es lo que se espera. Porque el amor se va, pero las fotos permanencen.