Barcelona desde un Robinson 22
No todo van a ser drones en la vida, y menos ahora, con los disgustos que nos dan. De vez en cuando toca subirse a un aparato de los de toda la vida, y en estos tiempos de crisis, lo que triunfa es el Robinson 22. Como puede verse, se trata de un helicoptero muy pequeño, donde te acabas haciendo amigo del piloto por aquello de que el roce hace el cariño. Lo de asomarse por la puerta está mal visto, y si tienes tendencia al sobrepeso, ya descartado total. Hasta el parasol de la cámara tienes que dejar en tierra, tan justa va la cosa.
Es lo que tiene volar low cost, pero hay que reconocer que tiene sus ventajas. Persomalmente, me encanta lo de poder hacer panorámicas sin problemas de paralaje ni tonterías de esas. Archivos de 200 Mb, de los gordos. Así da gusto.
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Hola Siqui, desde mi humilde ordenador en mi humilde despacho de la fábrica de Martorelles, tecleando mi gastado teclado en la busqueda apasionada de una solución BBB a mi problema de función del sistema códigos de barras, te envidio, sí.
Pero sé que el trabajo, qualquier que sea tiene sus buenos y malos aspectos, y que, como lo dices tu en otras entradas, y lo digo yo también respecto al vino: lo importante es la cantidad, no la calidad – que es la quimera esta – pues sin la cantidad nunca se puede llegar a la calidad.
Un saludo