Memento mori, Canon
Hace algún tiempo que hice una serie de fotos en la simpática entrada del Oratorio de Sant’Anna, en Valposchiavo. La cosa es lo que se llama un Memento Mori, un recordatorio de que eres mortal, y que algún día tu cabeza estará en esa estantería. Viene al caso porque la foto la hice con mi entonces nueva y flamante Canon 5D MKII, convencido de que no había un mañana, y que los días de vino y rosas iban a ser para siempre.
Pues no. Hace unos días la cámara, que ya tenía un trote bastante considerable, dijo basta. Se jodió el espejo, pero igual podía haber sido el obturador, o la tapa del delco. Tras las pertinentes consultas, la opción más viable es no intentar la reanimación, demasiados problemas, se opta por la eutanasia pasiva. Sanyonara, Canon.
El caso es que ya hace tiempo que la cámara estaba relegada a tareas menores. En su momento se pensaba que una réflex servía para todo, y así es, si aceptamos que hay cámaras con más resolución, otras más ligeras, otras con mejor calidad de vídeo. Dejar la Canon es posible, pero no sale barato. Según el nuevo esquema, para los trabajos de fotografía delicados, nada como la Pentax 645Z, para viajar, algo ligerito: la Sony a6000 y para vídeo, la nueva cámara-milagro: la Panasonic GH5. La Canon lo hacía todo razonablemente bien, aunque era peor que cada una de las otras por separado en su especialidad. Eso sí, tenías una cámara en lugar de tres, lo cual no es poca cosa, pero vivimos tiempos convulsos y no es cuestión de quedarse atrás en lo que a equipo se refiere.
El caso es que yo estaba planeando dejarla poco a poco, sin que se notara, de manera un tanto traicionera, incluso, y ha resultado que ella me ha dejado a mi. En fín, como se dice en mi pueblo, pulvis eris et in pulvieris reverteris.
Este blog ya es de filosofía. Lo que muchas de nuestras actividades deberían llevarnos a pensar tambien y no solamente a pasar el rato (disfrutar de la vida, se dice). Gracias company por tan filosófica reflexión.