
Por motivos que no vienen al caso, me vi obligado hace unos días a adquirir una cámara de esas que el fabricante nipón denomina, con fina ironía, “Bridge”. El nombre viene a significar que el aparato en cuestión es un puente entre las chiquipoint de toda la vida, compactas las llaman ellos, y las réflex profesionales. O sea, que es una compacta un poco más gorda. Una cámara modesta con unas pretensiones un tanto desmesuradas. Una vez probado el engendro, mi impresión fue como la salsa que te ponen en los chinos, agridulce. Por un lado, la calidad mediocre y las prestaciones limitadas, contradicen el aspecto semi-pro del aparato. Por otro, la cosa sólo cuesta 330 euros. Poca cosa más se puede pedir por ese precio. Hay que afinar mucho, porque a la que te despistas por un lado, el precio se te dispara, y si te despistas por el otro, la cámara resulta demasiado buena para lo que cuesta. Las estrategias de los fabricantes de cámaras son de una complejidad y una sofisticación que escapan a la humana comprensión. Dime tú si no, como lo haces para sacar cada tres meses un modelo nuevo al mercado, que hace más o menos lo mismo que los otros, aparentando que se trata de una novedad de las que hacen que saques la cartera y te compres tres de golpe, no sea que se acaben.
Como sea que lo de fabricar cámaras ya lo tienen por la mano, y en general está todo ya inventado, este ejercicio consiste más en quitar que en poner. En eso, en quitar tanto como se pueda sin que se vaya a la porra el invento, los japoneses son expertos por aquello de los bonsais, supongo.
En el caso que nos ocupa, resulta que la cámara lleva conexión Wifi, que no necesito, detección de caras, que no necesito, estabilizador, del que no me fío, una cosa que dicen que obtiene “magníficas fotografías con poca luz”, pero no sabemos en qué consiste, y 16 megapíxeles que, o disimulan muy bien, o los han diseñado en forma de huevo frito en un momento de inspiración. Llevando todo eso, bien podría llevar algunas cosillas un poco más útiles y que se echan en falta, pero entonces nos metemos con la gama superior. Con la Iglesia hemos topado. Recuerda que estás pagando 330 eurillos de mierda y no seas tan desagradecido.
¿Cómo es el proceso de creación de una de estas cámaras? Buena pregunta. Entre los miles de documentos filtrados por Wikyleaks a los que nadie hace caso, se encuentra una conversación entre un Product Manager (que llamaremos PM) y un Ingeniero de Producto, (que llamaremos IP) que no tiene desperdicio. Bueno, lo tiene, de modo que he suprimido de la conversación las partes donde se preguntan por sus respectivas esposas, las alusiones vejatorias a los productos de la competencia, las calumnias insidiosas hacia sus inmediatos superiores y la jerigonza técnica irrelevante. Lo que queda es bastante revelador:
PM: -Hemos estado analizando el prototipo que nos mandó y la calidad del sensor es excesiva. Me permito recordarle que esta cámara la regalarán comprando dos cajas de cereales, y tiene que ser muy barata.
(Ruido de papeles, carraspeo)
IP: -Son los sensores de siempre, no hemos hecho nada nuevo. Los producen monos amaestrados a partir de mondas de patata y periódicos chinos reciclados. Nos salen a dos duros.
(Risas)
PM: -Ya… esa fue buena, pero la calidad sigue siendo excesiva. ¿No se puede rebajar de alguna manera?
IP: -Podemos pasarles un estropajo, pero la manipulación encarecería el producto 30 céntimos por sensor.
PM: -(sonido gutural) Inasumible. Piense en otra cosa.
IP: -Se me ha ocurrido que podríamos cagarnos en los sensores. De manera industrial, a ser posible.
PM: -Me gusta, pero habría que hacerlo directamente en Europa y ahí tienen leyes y sindicatos y esas cosas. ¿El coste no será muy alto?
IP: -Eso era antes. Ahora podemos conseguir becarios que trabajan tan barato que compiten con los chinos. ¿Incluso podemos conseguir alguna subvención!
(Risotadas y palmadas en la mesa. El micro se cae)
No tengo cien por cien verificada la fiabilidad del documento, pero estoy en ello. Les mantendré informados.
Crédito de la imagen: NASA on The Commons